Heliodoro, en el interior del cocodrilo

El zoólogo estadounidense y Premio Convivencia 2016, Patrick Goldfinch, es confidente intelectual y colaborador habitual de nuestro afamado hispanista Sean O'Reilly. La literatura zoológica y antropológica le deben la revelación de la inconcebible peripecia vital de Heliodoro Maula, constructor y político que perdió su inocencia a las orillas de un río en Botsuana. 

reverendo o'reilly

Las existencias extravagantes esconden las enseñanzas más reveladoras. El zoólogo estadounidense Pat Goldfinch, entrañable confidente, es el autor de la excelente monografía “When humans turn into animals: A real story”*. No habrá lector de la obra de Goldfinch que no conozca el extraordinario relato en el que, bajo el título de “The happiness of being a crocodile”, se narra la peripecia vital de Heliodoro Maula, criatura abyecta y sin escrúpulos a quien el destino ofreció la oportunidad que de ordinario hurta a los hombres honestos y bienintencionados. Lo que a continuación se reproduce se debe a la privilegiada pluma de mi buen amigo el doctor Goldfinch.

“Heliodoro Maula, un europeo meridional de 58 años y de complexión corpulenta, acaba de ser engullido por un cocodrilo en las orillas del río Chobe, en Botsuana. La estupefacción paraliza a sus compañeros de safari, quienes asisten espantados a la escena. El bicho se ha tragado al inflexible hombre de negocios de un solo bocado, como quien devora una aceituna rellena de anchoa en el aperitivo.

Alguien dispara contra el saurio que, atónito, contempla ese acto gratuito de violencia mientras trata de digerir correctamente al industrial de la construcción con el propósito de evitar una de esas pesadas digestiones que tan enemigas son de un sueño reparador. Ante la conmoción general, una voz débil pero perfectamente audible emerge del interior de la bestia: “Animales, no disparéis, que estoy dentro”.

En el quirófano del Hospital Universitario de Gaborone, el doctor Bonolo Sembowa trata de salvar la vida del desdichado. La intervención resulta inviable. Cualquier daño que se inflija al cocodrilo deparará consecuencias fatales para el español. “Un reto para la ciencia médica”, musita el galeno a su enfermera mientras el reptil le observa desde la camilla con recelo.

“Tendrá usted que adaptarse a esta nueva vida”, le revela meses más tarde a Maula el presidente de la Asociación Nacional de Veterinarios de España, Pío de la Granja. Ambos coinciden durante el cóctel ofrecido en la sede del partido para celebrar que la Audiencia Nacional ha exonerado al tesorero de la organización de los desagradables delitos que se le imputaban.

“Me voy haciendo a la idea”, replica Maula mientras devora entre sus fauces al secretario provincial de La Rioja, con quien compite por un puesto en la ejecutiva del partido. Acto seguido, aproxima sus groseras fosas nasales a la copita de Chardonnay. “Una añada extraordinaria”, acierta a ponderar al tiempo que escupe el maléolo tibial de su tentempié, atravesado dolorosamente entre sus colmillos.

La estructura anatómica del ambicioso constructor se ha hermanado tan íntimamente con la del saurio que a estas alturas resulta imposible distinguir entre el ser humano y la alimaña. Los brazos de Maula, cortos e incompetentes, se ajustan perfectamente a las patas del cocodrilo, cuya voluntad ha sometido. Su vientre, abotargado por los excesos y reblandecido por los acúmulos de grasa, ofrece las dimensiones idóneas para ocupar íntegramente el tronco del bicho. Su morro, legendario en el mundo de los negocios y la política, ha invadido el poderoso hocico del reptil. En cuanto a la cola, nadie se hace una idea de cómo diablos mueve la cola.

Homófobo, misógino y corrupto, Maula acaba de tomar conciencia del provechoso panorama de oportunidades que se abre ante sí. Su falta de escrúpulos y su desprecio por el interés ajeno han encontrado ahora un poderoso aliado. Su recién adquirido disfraz de cocodrilo le otorga el aspecto fiero del que hasta ahora se encontraba desprovisto. Un gruñido, y el concejal de Urbanismo no se negará a recalificar la parcelita en la que ha fundado tantas esperanzas. Un recio golpe de su cola sobre la mesa, y el comité de nombramientos del partido ya sabrá quién merece realmente la vicepresidencia primera. Una lagrimita de cocodrilo, y todas sus atrocidades, latrocinios y conspiraciones fracasadas le serán perdonados.

Vivir en el interior de un cocodrilo ofrece no pocas ventajas.

Hace tiempo que Maula fue promovido a la presidencia del partido. Hasta la fecha, nadie ha podido ofrecer pruebas fiables de que fuera él quien devoró a los dirigentes de la corriente crítica que cuestionaron su liderazgo. En cuanto a los tres millares de electores de partidos adversarios cuyos huesos fueron descubiertos, mondos y lirondos, en un contenedor de basuras cercano a su domicilio, él siempre ha negado todo conocimiento.

Yo, el doctor Patrick Goldfinch, doy fe de la incontrovertible veracidad de los hechos hasta aquí relatados. Los años transcurridos no han menoscabado el recuerdo nítido e indeleble que estos acontecimientos han imprimido en mi conciencia. Pero si temo que se me olviden, no tengo más que acudir a la sede del partido donde, colgado del techo y sostenido por media docena de tanzas, se balancea el cadáver disecado de Maula, un trabajo de taxidermia, por qué no decirlo, francamente notable. Y desde abajo, el nuevo presidente de la organización lo contempla gozoso dejando asomar un bruñido colmillo sobre su labio inferior”.

*“When humans turn into animals: A real story” (Penguin Books, 1987) es a día de hoy, desgraciadamente, una obra descatalogada. Pese a ello, los interesados en adquirir esta cima de la antropología moderna podrán consultar personalmente con el doctor Goldfinch en el transcurso del viaje que le traerá a Ceuta el próximo noviembre para recibir el Premio Convivencia 2016. Paralelamente, el autor acepta recibir correspondencia en su residencia habitual: Ronald Reagan Mental Asylum, 55 Fruit Street, Boston, MA 02114.

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