El periodismo y el sexado de pollos: una reflexión

“The life and opinions of Achille Colin”, hija del ingenio de nuestro celebrado O’Reilly, urde, utilizando como excusa la biografía del afamado periodista francés, una atinada reflexión sobre la profesión periodística y sus servidumbres.

reverendo o'reilly

Hace apenas unos minutos que la criatura ha asomado al mundo, pese a lo cual los progenitores y el equipo médico ya comparten una certeza: la madre ha alumbrado a un cretino.

El niño crece en un hogar cálido y muelle, donde reinan unas sólidas convicciones católicas, un ambiente propicio para proporcionar la confianza necesaria, que no inteligencia, a un adolescente en pleno desarrollo. El transcurrir de los años confirma a los padres lo que ya presumieron en el paritorio de la clínica ginecológica: el muchacho es tonto de baba.

La vida ha arrojado a Achille Colin, futuro director de la oficina de prensa del Ayuntamiento de Montpellier, a la primera de las encrucijadas que habrá de encontrar en el transcurso de su existencia. ¿Sobre qué área del conocimiento ha de concentrar sus limitadas capacidades intelectuales? ¿Qué conjunto de saberes se aviene mejor a la ciclópea tarea de ocultar una idiocia tan genuina, esa memez de libro que tan familiar resulta a quienes frecuentan su círculo más íntimo?

Achille siente una poderosa atracción hacia el estudio de la ciencia de Hipócrates, con preferencia por la medicina forense. Sin embargo, maneja una confusa idea acerca de la naturaleza misma del trabajo que compete a estos especialistas. Ante la policía aduce que jamás podría haber supuesto que para la práctica de una autopsia resultara de todo punto imprescindible que el paciente estuviese totalmente muerto. Nuestro joven amigo se compromete a no hacerlo de nuevo, pero para conseguir el perdón a su nefanda acción debe abandonar a cambio su propósito de convertirse en doctor en medicina.

El galeno frustrado baraja otras salidas. El sexado de pollos se le antoja una tarea apasionante. Sin embargo, sus convicciones religiosas le disuaden del proyecto. Teme sucumbir a la tentación de la que advierte el sexto mandamiento, aun cuando, en el caso presente, la vulneración del precepto divino encuentra no pocos obstáculos de orden físico y logístico. Nada de sexo.

No le disgusta la idea de convertirse en dispensador de papel higiénico a las puertas de los mingitorios públicos, oficio que juzga noble e imprescindible para garantizar la paz e higiene sociales. Sus padres le prohíben terminantemente que vuelva a considerar esta posibilidad. Otra frustración que forjará su carácter.

Dicen que cuando una puerta se cierra, se abre una ventana. Una vez persuadido de que sólo es un dicho, Achille renuncia a su primera idea de defenestrarse desde el quinto piso donde se ubica la residencia familiar. “No se puede ser más imbécil”, lamenta Delphine, la madre del fenómeno.

Si se consideran los antecedentes hasta aquí descritos, nada resulta más natural que la elección definitiva que adoptará Achille respecto a su futuro. Ha decidido que se convertirá en periodista. “Las ventajas son numerosísimas -confía a sus allegados- No resulta necesario manipular cadáveres, no existe posibilidad alguna de pecar contra el sexto y el papel de prensa puede resultar tan mullido como cualquier marca de papel higiénico del mercado”.

Achille hace pronto carrera. El concejal de alumbrado del Ayuntamiento de Montpellier, coleccionista de sellos y polígrafo aficionado, aplaude sus escritos y la naturaleza inquisitiva de sus preguntas en las ruedas de prensa. Lo cierto es que sus artículos están plagados de simplezas y faltas de ortografía, pero nadie ha dicho que para ser concejal de alumbrado resulte estrictamente necesario cursar estudios en Harvard.

De esa admiración mutua entre periodista y concejal (Achille también se siente fascinado por el saborcillo que desprende la goma de los sellos cuando pasa la lengua sobre ellos) surge una fructífera colaboración que se prolongará durante años.

Achille celebra el vigésimo aniversario de sus inicios como periodista. Atrás quedan su celebrada crónica sobre el primer certamen de belleza canina de L’Écusson, su entrevista a Paulette Deveraux, presidenta de la asociación montpellerina de viudas y solteras, y su cobertura de la visita del señor alcalde al puesto de comida rápida Herederos de Allard-Babineaux, especialistas en crepes y baguettes de salmón.

Tales avales, unidos a la influencia de su amigo el concejal y a un inusitado talento - absolutamente compatible con su mendruguez- para el halago y el peloteo, le proporcionan el puesto de consejero áulico de la primera autoridad municipal de Montpellier.  “¿’Háulico’ va con hache, no?”, pregunta mientras redacta su discurso de aceptación del cargo. “Intercalada”, le ilustra su amigo, el responsable municipal de alumbrado.

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