Carta abierta del equipo técnico del centro de mayores Gerón

Sólo quien está en el sector sabe realmente lo duro que puede llegar a ser trabajar en geriatría. Buceamos a diario entre enfermedad y muerte, ayudamos, curamos y asistimos a un colectivo especialmente vulnerable, intentando garantizar el bienestar integral en los últimos años de su vida.

Sólo quien está en el sector sabe realmente lo duro que puede llegar a ser trabajar en geriatría. Buceamos a diario entre enfermedad y muerte, ayudamos, curamos y asistimos a un colectivo especialmente vulnerable, intentando garantizar el bienestar integral en los últimos años de su vida. Esto de por sí ya supone un desgaste físico y emocional diario, imaginad lo que ocurre cuando se hace bajo unas condiciones laborales para nada aceptables.

Hace poco menos de dos años se abrió en nuestra ciudad lo que rezaba ser “un centro de referencia en toda España”, todo un lujo para los mayores de nuestra ciudad y es que sólo hay que ver todos los servicios a los que tienen acceso: servicio médico y de enfermería, diferentes terapias ocupacionales, salidas al aire libre y actividades culturales, fisio/rehabilitación, psicólogo, spa/hidroterapia y un largo etc que puedo garantizar se intenta cumplir por todos los medios otra cosa es a qué precio.

Existen dos puntos fundamentales en todo este asunto: por un lado la sobrecarga de trabajo a los que se enfrentan los trabajadores de la residencia, y en este caso pretendo centrarme únicamente en el equipo técnico encargado de dar los servicios antes citados, los profesionales se enfrentan día a día a ratios desorbitadas y, para que realmente entendáis de que hablo,  lo voy a explicar con cifras y muy clarito.

Actualmente atendemos a aproximadamente 114 residentes y 3 usuarios del centro de día (hasta un máximo de 120 y 30 personas respectivamente) con sus respectivas familias, que recordemos que damos un servicio integral, y para esto contamos con un enfermero por turno (con  un refuerzo de dos horas por la mañana) y turnos en las que existen horas en blanco sin enfermero, una fistioterapeuta contratada actualmente al 94% de jornada (unas 7 horas diarias), trabajadora social al 79% de jornada, psicóloga al 58% de jornada (actualmente al 84% cubriendo funciones de terapia ocupacional por la imposibilidad de encontrar quien ocupe ese puesto), médico al 54% de jornada, TASOC al 48% de jornada.

No sólo se trata de la asistencia a los residentes y sus familias, se trata de registros interminables, nuevos protocolos e instrucciones que surgen constantemente, burocracia y papeles que no acaban nunca y que se deben hacer sí o sí para cumplir las exigencias de calidad y yo pregunto: ¿de verdad creéis que se puede dar un servicio de calidad así? En casi dos años creo que no he visto nunca a un compañero salir a su hora, siempre se echa de más para llegar a la ansiada calidad hasta que llega el día que tu cuerpo te grita “¡basta ya!” porque a la sobrecarga, a la lista cada vez más larga de funciones y responsabilidades se le suma el segundo punto y es que la recompensa que se obtiene son sueldos que rozan los 800/900 euros (recuerdo que hablo de sueldos de categorías A y B, licenciados y diplomados) conflictos colectivos que parecen no acabar, negociaciones ininteligibles para acabar como estábamos antes, desinformación por parte del sindicato al que parece que le da igual todo el esfuerzo y que ha decidido dejar de lado al equipo técnico en cualquier negociación y silencio por parte de la ciudad, que inyecta de subvenciones millonarias a empresas ajenas a nuestra ciudad pero que es capaz de mirar para otro lado ante el grito de socorro de profesionales cada vez más frustrados y agotados. Unos  profesionales a los que hay que agradecerles que ese centro “de referencia” funcione y que nuestros mayores estén bien atendido, porque ellos son los que se parten la espalda y el alma cada día, son ellos los que intentan dar un servicio de calidad a pesar de las dificultades, no Fundación Gerón, ni el Imserso, ni el gobierno.

Después nos echaremos las manos a la cabeza y no entenderemos nada cuando jóvenes cualificados no encuentran más opción que abandonar su tierra para poder desarrollar su profesión dignamente.

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