Opinión

Patriotismo

Hay magnitudes que no resultan mensurables. El agua que contiene el mar, el perfume de las margaritas, la fortuna de Bárcenas y el patriotismo que cabe en el pecho de un español medio. Por lo general, nadie repara en la necesidad de someter a medida estas cosas.

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Hay magnitudes que no resultan mensurables. El agua que contiene el mar, el perfume de las margaritas, la fortuna de Bárcenas y el patriotismo que cabe en el pecho de un español medio. Por lo general, nadie repara en la necesidad de someter a medida estas cosas. Hasta que algún acontecimiento inesperado empuja a una legión de gente ociosa y de firmes convicciones a desempolvar el metro y la romana para sopesar su tamaño y peso.

La crisis de Cataluña ha instaurado entre otras prácticas funestas la de comparar el patriotismo propio y el ajeno para, tras la confrontación, concluir que el de uno es, sin género de duda, mucho más grande.

El dogmatismo se encuentra en el origen de esta amenaza que se cierne sobre la convivencia entre catalanes y entre catalanes y españoles. De todo el mundo es sabido que la colisión de dos patriotismos anclados en terruños vecinos es la principal causa de muerte de la inteligencia.

Envueltos en la bandera, sea cual sea su color, no se ve nada. Exaltados por el estruendo del himno, suene como suene, nada se oye.

En lo que a nosotros concierne, seamos españoles. Lo cual no resulta incompatible con la reflexión y la decencia.