Opinión

Protestas

El avance de la precariedad en el empleo y el tímido reflejo de la recuperación económica que se proyecta sobre la realidad cotidiana de los trabajadores deberían hacer del próximo Primero de Mayo una fecha de referencia del movimiento obrero. Eso, si a estas alturas queda algo de él.

El avance de la precariedad en el empleo y el tímido reflejo de la recuperación económica que se proyecta sobre la realidad cotidiana de los trabajadores deberían hacer del próximo Primero de Mayo una fecha de referencia del movimiento obrero. Eso, si a estas alturas queda algo de él.

Comisiones Obreras y UGT han sacado esta semana a la calle a 200 personas en una convocatoria organizada para reclamar empleo estable, sueldos dignos y recuperación de derechos perdidos. La modesta capacidad de convocatoria de las organizaciones sindicales convierte estas necesarias manifestaciones en un ejercicio de melancolía. Aunque dos centenares de personas en la calle movidas por una llamada de los sindicatos constituya, curiosamente, un éxito apreciable si se juzgan los antecedentes.

La desmovilización de los trabajadores es una excelente noticia para quienes pergeñaron las políticas de austeridad y ahora se afanan en consolidar este nuevo estado de cosas donde han asentado sus reales el empleo flexible –pernicioso eufemismo- y los magros salarios.

Sería extraordinario que el próximo 1 de mayo las calles fueran ocupadas por una ingente legión de trabajadores en defensa de sus derechos. Aunque es puente y los funcionarios andarán por la Península, y los empleados en trabajos precarios quizás no quieran ser vistos por sus patronos inmersos en tales excesos reivindicativos, y puede que los parados decidan permanecer en sus casas por hastío… Queda tiempo todavía, sin embargo.