Opinión

El poder corrompe

No hace mucho, un padre compartió conmigo una reflexión que me dio que pensar: “Mi hijo ha conocido sólo un alcalde en Ceuta". Esta frase lapidaria me hizo plantearme si estos jóvenes, de los que se dice que han nacido en “cunas de oro”, pueden llegar a depararnos alguna sorpresa.

Los tiranos buscan perpetuarse en el poder.

Ya en mis tiempos mozos nos decían: ustedes, la juventud, "no valéis para nada". Ahora las cabezas pensantes del país proponen hacer un sondeo para saber lo que los jóvenes piensan de la política.

No hace mucho, un padre compartió conmigo una reflexión que me dio que pensar: “Mi hijo ha conocido sólo un alcalde en Ceuta". Esta frase lapidaria me hizo plantearme si estos jóvenes, de los que se dice que han nacido en “cunas de oro”, pueden llegar a depararnos alguna sorpresa.

Hoy día, la gran mayoría de los jóvenes son apolíticos ya que no confían en los partidos. Los consideran anticuados. No es que aborrezcan la democracia, sino que sólo oyen hablar de políticos corruptos. Unjoven puede ser pragmático y post-político.

Un joven que está pendiente de su teléfono móvil, de las redes sociales y de salir favorecido en los “selfies”, difícilmente podrá ponerse a pensar en 1979, en un rey Juan Carlos con la mesa llena de papeles, en el ruido de sables en los cuarteles, en los americanos mirando por encima de Morón y de Rota y en un “Caudillo” todavía caliente en el Valle de los Caídos...

La generación nacida tras los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla es la que ha heredado este maremágnum y sin saber a qué atenerse. Los ochenteros, al menos, nos criamos en la incertidumbre y la ilusión de unos tiempos en los que, mientras nos disponíamos a hacer la Primera Comunión, veíamos declinar a un Franco vejestorio, emerger a un rey al cual los mayores llamaban “Juanito, el Breve” y surgir a un jovencísimo Adolfo Suárez. Uno puede recordar cómo pegaban carteles en la Plaza de los Reyes con motivo del referéndum por la reforma política. Estaba la expectación que todavía generaban los mensajes navideños del rey, los sobresaltos que ocasionaban los asesinatos de ETA, la presencia insólita de partidos políticos…

Han pasado cuarenta años. Hemos vivido la Transición con la aprobación de la Constitución, el cambio del puño y la rosa, el advenimiento de la gaviota, la muerte a bordo de los trenes un 11-M.

Recuerdo   que, cuando tenía la edad de mi nieto, llegue al colegio por las notas y allí los estudiantes mayores nos hablaban de la Marcha Verde. Nos asustaban con que nos iban a invadir y nos pasarían a todos a cuchillo.

Hoy día, con multi-canales de televisión, pluralidad política e informativa y una libertad de expresión traducida al libertinaje, los jóvenes sólo identifican con político a un personaje siniestro y corrupto que piensa perpetuarse en el poder. Y al final, el poder corrompe.