Opinión

La zancadilla

Han pasado ya 25 años de mi primer artículo y he vivido de todo un poco desde aquella publicación donde yo me ponía eufórico y feliz por haber sacado a la luz una vivencia emotiva que tuve en mis años de mili.

La emoción, el sentimiento y por supuesto los avatares de la vida te marcan el carácter y la personalidad y claro si tiro de hemeroteca y leo como escribía como un joven escribano ya me doy cuenta que con los sartenazos y golpetazos que me ha dado la vida ya no tengo la misma manera de pensar.

A veces he pensado que ya no sabía que poner en una columna y me estaba llevando más cajonazos que las comparsas de Quiñones en el Falla, y pensaba que esto ya se había pasado de moda para mí.

Y mira por donde como ahora está de moda el arte de escribir en muchos colaboradores de los que empiezan ahora, me acuerdo de los envidiosos, trincones y pelotas que haberlos haylos siempre en todos los órdenes de la vida.

Hace unos años ya me sentía consolidado a nivel personal tanto profesionalmente como en mi vida de puertas para adentro y ya me sentía con ansias de dar el salto en algún asunto que me diera entusiasmo y ganas para formar parte de algún proyecto social, aunque aquello era harto difícil porque el horario comercial era de mañana y tarde y cuando salías de noche ya ibas moribundo o hecho un zombi.

Mira por donde la experiencia política me iba entusiasmando e iba siendo el preferido o el favorito de alguna candidatura política que se ofrecía como la alternativa al poder y claro cuando era uno de los futuribles para aspirar sobre algo de futuro, siempre me preguntaban de que lado iba a estar, y claro siempre pensaba yo eso es como la Macarena o la Esperanza de Sevilla o la mula y el buey en el Portal de Belén.

Y eso a los que tenía alrededor mío en plan laboral ya empezaba a inquietarlos conforme iba saliendo mi nombre en las quinielas internas o una especie de trampolín a no se donde porque castillos de naipes y experimentos con gaseosa tampoco eran santo de mi devoción.

Y claro llegaban las reuniones a media tarde, entrevistas en la televisión local y asistencia a posibles tertulias radiofónicas donde era estar en candelero y poder exponerme a los medios como alguno de los que fueran incluidos en alguna terna.

Y sin darme cuenta empezaron a llegar en forma de zancadilla y si vuelvo a revisar el diccionario  te dice que es que te pongan  el pie o la pierna propios delante del pie o pierna de otra persona o entre ambos pies o ambas piernas para que tropiece y caiga. 

Y la mas tenebrosa, la estratagema con que se derriba o se pretende derribar a alguien de un puesto o un cargo.

Y como me hicieron ver que yo estaba en las nubes o medio chalado pidiendo algún favor o que me echaran algún cable para poder coger aire y disfrutar de asistir a estas citas, me comentaban que pidiera un día libre o que se lo dijera al jefe de turno, cuando más de uno se pegaba unos desmarques con las tutorías de los hijos, la visita al fisioterapeuta o que se habían levantado con cagaleras y luego los veías echando instancias o papeles para aspirar a un puesto mejor.

Han pasado los años y lo recuerdo con mis hijas y se dan cuenta que eran meros trincones y trepas que solo me tuvieron como compañero y no como amigo, el verte zarpar algún día y que te hicieran el pasillo de honor, aquello era la muerte horrible para los que no pensaban en hacerle la pelota al jefe y aspirar a ser compañero de viajes, comilonas y reuniones de las marcas multinacionales.

Al final de esta historia siempre digo que el de arriba no se queda con nada de nadie y que si algo mejor estaría, está o estará por llegar Dios dirá si acaso acordarme del cuento de la Cenicienta por acordarme de algún ejemplo en este preciso instante.