Opinión

Invasión silenciosa, empadronamientos fraudulentos y otros temas

Por fin salió a la opinión pública una realidad que era más que evidente por más que algunos, amparados en intereses espurios, hayan querido ocultar. No cabe la menor duda de que la verdad de lo que está ocurriendo acaba por mostrarse más tarde o más temprano. Ahí quedan mis continuas denuncias sobre el tema, señalando a los responsables directos de la situación y que, por lo general, han sido objeto de críticas por parte de esos grupos políticos que tanto beneficio sacan de todo este desastre. De otros, solo la callada por respuesta.

Por fin salió a la opinión pública una realidad que era más que evidente por más que algunos, amparados en intereses espurios, hayan querido ocultar. No cabe la menor duda de que la verdad de lo que está ocurriendo acaba por mostrarse más tarde o más temprano. Ahí quedan mis continuas denuncias sobre el tema, señalando a los responsables directos de la situación y que, por lo general, han sido objeto de críticas por parte de esos grupos políticos que tanto beneficio sacan de todo este desastre. De otros, solo la callada por respuesta.

Ahora parece que, ante tanto descaro, las instituciones han empezado a darse de algún modo cuenta de que todo esto ya ha empezado a tomar tintes verdaderamente dramáticos, teniendo que enfrentarse incluso a todo un entramado mafioso que, como pudimos saber hace unos días, está destinado también a la venta de bebés de madres marroquíes.

Lo que ya clama al cielo es que esto, que viene de antiguo, no haya tenido una respuesta contundente por parte de las autoridades responsables en la materia, sino todo lo contrario: silencio, intentar minimizar las estadísticas y no dar la importancia al asunto que éste requería, ha sido la actitud generalizada de esos responsables durante todo este tiempo.

La cuestión es clara. La ley debe ser respetada y aplicada por aquellos que tienen la obligación de hacerlo. Aquí no valen las medias tintas, ni ampararse en discursitos cargados de demagogia y de falsa solidaridad para saltársela a la torera cuando así se dé el caso, como así se ha venido haciendo hasta ahora. Una cosa es la asistencia sanitaria de urgencias y en situaciones específicas y otra que se permita que se haga un uso fraudulento de todo un servicio hospitalario, amparándose en cuestiones pseudohumanitarias y que, como en el caso de las parturientas marroquíes, solo ha conseguido dar pie a que se constituyan verdaderas bandas criminales dedicadas con total descaro a la venta de neonatos.

Lo normal en cualquier país con cierto grado de decencia sería que Castillejos, dado su actual crecimiento poblacional, contase con un establecimiento hospitalario capaz de dar una cobertura mínima a su población. Pero, claro,  es más fácil para un país como Marruecos gastarse el dinero en construir un entramado hotelero de la cadena Ritz sobre la ciénaga del Smir y a escasos kilómetros de nuestra frontera que dar los servicios médicos y asistenciales  necesarios a sus "ciudadanos", porque para eso pensarán que ya están los "bobos" del otro lado de la frontera.

Está claro que todo este desastre viene producido por la incapacidad que los actuales responsables políticos tienen para controlar, con un mínimo de eficacia, eso que llamamos frontera. Dadas las circunstancias del país que tenemos por vecino, quizá lo más sensato habría sido cerrarla e impermeabilizarla hace ya bastante tiempo. La inexistencia de colaboración por parte de las autoridades marroquíes, aderezada con grandes dosis de mala fe, el paso fraudulento de personas y mercancías que tanto daño le hacen a nuestros servicios y hacienda, inmigración ilegal, delincuencia de todo tipo y narcotráfico, es todo  un compendio de males que ha ido en aumento a lo largo de todos estos años, ante la mirada impotente de unas autoridades españolas que ante su incapacidad para poner algún remedio a tan crítica situación, hace mucho tiempo que arbitraron una formula basada en una mezcla de mirar para otro lado y la aplicación de algún que otro paño caliente. Y mientras tanto, así nos van las cosas, cada día peor y sin visos de que vayan a mejorar en ningún momento, sino más bien todo lo contrario.

En cualquier caso, esos paños calientes ya apenas surten algún efecto. La evidencia de los males es tan abrumadora para los ciudadanos que ya de nada vale maquillar estadísticas o hacerse alguna que otra foto para hacer creer que algo se arregla. O se empieza a aplicar la ley con toda su contundencia y además se le exige a Marruecos que empiece a asumir sus responsabilidades en su lado de la frontera, o al final conseguirán lo que estos últimos pretenden: que el caos, la conflictividad y la ingobernabilidad se adueñen de Ceuta.

El sábado los ceutíes salieron a la calle para decir basta, pidiendo soluciones y dando cuenta de que ya ha caído la gota que colma el vaso. Ahora la cuestión está en ver si los que tienen la responsabilidad de arreglar este desastre, se ponen las pilas y cogen el "toro por los cuernos" o por contra siguen apostando por esa línea de "paños calientes" que tanto daño le está haciendo a Ceuta y a sus ciudadanos, tiempo al tiempo.