Opinión

La invasión silenciosa, el Ramadán y el calendario laboral

Nos movemos por tiempos difíciles y complejos, pero en muchos casos es justo cuando por ellos se discurre, que se empieza a ver con bastante claridad muchas de las cosas que quizás antes, amparados en una engañosa abundancia económica, se ocultaban para la gran mayoría tras el horizonte. 

De un tiempo a esta parte hemos podido comprobar cómo algunos líderes y lideresas de ciertos partidos políticos locales, han dejado caer sin ningún reparo sus caretas, posicionándose y definiéndose abiertamente en el aspecto religioso, que por otra parte ya sabíamos que los caracterizaban, e iniciando un lucha desmedida por acaparar para su beneficio electoral al mayor número posible de los votantes musulmanes de Ceuta.

Eso sí, sin tener en cuenta que abrir la caja de Pandora, tiene su precio y que este puede ser precisamente la fractura definitiva de esa teórica convivencia ínterreligiosa y cultural, tan pregonada por el partido en el gobierno local que precisamente con sus claudicaciones e innecesarias concesiones en esta materia, ha sido quien más la ha puesto en peligro.

En raras ocasiones, por no decir ninguna, se ha escuchado hablar en la Asamblea de la antaño invasión silenciosa, hoy ya a voces, que venía padeciendo esta ciudad. Esto ha sido así, porque era más fácil hacer la vista gorda y mirar para otro lado, que definirse y hacer frente a la cuestión, no fuera que alguien los tachara de esto o de lo otro o se hirieran algunas sensibilidades, posición mucho más cómoda si de lo que se trataba era de seguir en la poltrona. Es evidente que aquellos que pensaban que eso del compadreo y del buen rollito les daría algún resultado positivo a largo plazo, se han quedado cortos en el tiempo y donde antes se mostraban jugosas y espectaculares mayorías absolutas, hoy estas se quedan más bien cortas, incluso yo diría que cogida con alfileres.

El precedente en todo esto es claro, ya que a ningún ceutí de los de toda la vida, se les olvida esas nacionalizaciones masivas y totalmente incontroladas llevadas a cabo por los gobiernos del PSOE a finales de los años ochenta y que supusieron la ruptura de ese equilibrio poblacional que había caracterizado a las ciudades de Ceuta y Melilla durante décadas. La respuesta  de los ciudadanos de ambas ciudades no se hizo esperar y donde antes los socialistas habían gozado incluso de responsabilidades de gobierno municipal, pasaron a convertirse en una formación residual, tratándose de un partido, claro está, considerado como uno de los dos grandes con posibilidades de gobierno en España.

Esa es la realidad, aquí o te posicionas con todas las consecuencias o te expones a caer en las triquiñuelas orquestadas por esos otros partidos con presencia en la Asamblea, que buscan conseguir una mayoría abiertamente musulmana, bien sea aprovechándose de esos empadronamientos fraudulentos que tantas y tantas veces hemos denunciado o quizá, a través del resultado de esa afluencia desmedida a nuestro hospital de parturientas transfronterizas, instrumento fundamental de ese proceso de invasión.

Y claro está, como no podría ser de otra forma, he aquí las consecuencias de tantos años de desidia y malhacer en este asunto, tanto es así que ahora y al amparo de esa supuesta realidad social y cultural creada artificiosamente, a través de malas artes, ilegalidades y mucha cara dura, que algunos hablan de adaptación del calendario laboral de Ceuta, en su deseo de ajustarlo a unas festividades propias que ellos consideran parte de esa realidad social.

Con lo que ya tenemos el lío, pues se supone que esto es España y que nuestras festividades se ajustan a la realidad histórica y cultural propias de la nación de la que formamos parte desde hace siglos y no de una festividad que para nada tiene que ver con nuestro conjunto patrimonial, más allá claro está, de lo que afecte a una de las cuatro confesiones religiosas con presencia en Ceuta, pero que para nada justifica su inclusión dentro de las festividades locales, pues estas siempre deben ir en consonancia con la historia, cultura y tradiciones que nos caracterizan como ciudad española y no en base a una pretendida realidad "social" que cambia en función y cómo hemos visto, de cuestiones políticas y coyunturales.

Sólo la estulticia y la ñoñería del que se siente acomplejado, genera este tipo de problemas y da vuelos a quienes saben que carecen de razón, algo que se hizo evidente cuando se accedió a incluir la fiesta del "borrego" en el calendario festivo, concesión innecesaria pero que se pensaba contentaría a aquellos que la pedían y que así se zanjaba la cuestión. Después todo serían besos y abrazos, unas cuantas suculentas subvenciones y el señor Vivas haciéndose la foto con su sonrisa, no sabemos si maliciosa, en el rezo masivo previsto para la ocasión, pero obviando un sinfín de quebraderos de cabeza para cuadrar una festividad cuya fecha para más "inri" decide el sultán del país vecino, para muchos príncipe de los creyentes.

Para los menos besucones y más realistas era de cajón, que lo siguiente sería pedir otro festivo más, en este caso el final del Ramadán, hablar de la cooficialidad de un supuesto árabe ceutí, de la obligatoriedad de su enseñanza en las escuelas, del cambio del día de Ceuta asociado según ellos a la conquista portuguesa de la ciudad y tantas otras cosas que irán apareciendo sobre la palestra, con el único fin de adaptar toda una ciudad a sus exigencias, y todo ello gracias a la incapacidad, a la inoperancia y porque no la cobardía y estupidez de unos gobiernos locales y nacionales amparados en unas maquinarias partidistas que solo entienden de negocios, intereses y beneficios particulares.