Los salazoneros están inquietos. Los artesanos que desde hace décadas se dedican a esta industria tradicional temen que la presente campaña quede condicionada por las servidumbres impuestas por la lucha contra el coronavirus y el encarecimiento de la materia prima.
Con casi un mes de retraso, los módulos para el salazón se han instalado en la explanada de El Chorrillo. Entre quienes trajinan para tenerlo todo a punto se encuentra José de Marco, uno de los históricos del sector, cuyos inicios se remontan al año 1963, fecha en la que lo salazoneros se encontraban radicados junto a la Capilla de La Almadraba.
Como explica De Marco, su trabajo requiere de enorme pericia para que cada pieza se convierta en un salazón apetecible y no se malogre. “Todos tenemos el pescado - bonito, volaores, huevas- preparado en bolsas herméticas y metidos en congeladores a la espera de que abran los puestos”, de los puestos “
La preocupación de De Marco es compartida por todos sus compañeros. La crisis del coronavirus y la tensión fronteriza que ya supuso el cierre de la frontera al tránsito de mercancías antes del inicio del estado de alarma han repercutido en los precios de la materia prima. “Esto perjudica porque finalmente el pescado va a salir más caro; antes el pescado cruzaba la frontera y a las ocho de la mañana ya estaba aquí, ahora tiene que viajar desde Tánger hasta Algeciras y, de regreso, a Ceuta”, explica. Además, mamparas, envases con gel hidroalcohólico, guantes configuran el nuevo paisaje de la explanada de El Chorrillo impuesto por la crisis sanitaria.
Los artesanos esperan también que la Ciudad introduzca las mejoras solicitadas en las instalaciones que cada año levantan junto al mar. “Tenemos la palabra del consejero de que introducirá mejoras sustanciales tales como la instalación de cuartos de baño y las tomas de agua”.
