Populares y socialistas llaman a la unidad y la lealtad en plena crisis sanitaria mientras sostienen, sin disimulos, una batalla abierta

PP-PSOE: rencillas más fuertes que la pandemia

PP y PSOE, no ha mucho socios por obra y gracia de un pacto de gobernabilidad, mantienen un enfrentamiento descarnado aun en plena crisis de salud pública.

vivas hernández
photo_camera El presidente de la Ciudad, el popular Juan Vivas, saluda al secretario general del PSOE ceutí, Manuel Hernández (C.A./ARCHIVO)

La suspensión efectiva del tráfico de mercancías a través de la frontera de El Tarajal parecía a comienzos de octubre pasado la peor de las noticias para la economía local. La decisión de Marruecos de poner fin al eufemísticamente llamado “comercio atípico” activó todas las alarmas. Pero la preocupación por el futuro de la actividad hostelera, comercial y turística se solapaba con una crisis más doméstica y, probablemente, más ajena al común de los ceutíes.

Desde el verano, PP y PSOE mantenían un acuerdo que, aunque nunca reconocido, permitió durante meses la sostenibilidad de los populares al frente del Gobierno de la Ciudad. Los socialistas obtuvieron una buena porción de contraprestaciones por su apoyo al presidente Juan Vivas. A comienzos de diciembre, la relación se había envenenado lo suficiente como para que el presidente de los populares ceutíes comenzara a urdir un nuevo pacto, eligiendo para ello como nuevo socio a la formación de extrema derecha Vox.

La guerra estalló entre socialistas y populares. Fue, precisamente, en plena refriega cuando el PP rescató como argumento ofensivo contra el PSOE la decisión del Gobierno de no renovar dos convenios con la Ciudad dotados con 7,2 millones de euros.

El PP se alió con Vox, al que entregó la Vicepresidencia Primera de la Asamblea, una representación en el consejo de administración de la Autoridad Portuaria y la dirección de la televisión municipal RTVCE, gestionada hasta entonces por un hombre afín a los socialistas. Pese a que durante la campaña electoral Vivas insistió en que jamás pactaría con Vox, al que consideraba un partido cuyos postulados “ponían en peligro la convivencia”, el PP acabó aprobando los Presupuestos Municipales con el apoyo de los de Abascal. La mayor manifestación celebrada en Ceuta en las últimas décadas sacó a las calles a 6.000 personas que clamaban contra el racismo y la islamofobia de la formación de extrema derecha. Aquella protesta mereció apenas un lacónico y sorprendente comentario del portavoz del Gobierno municipal, Alberto Gaitán: “Sí, había gente”.

Todos estos azares y otros muchos se revelarían irrelevantes cuando a mediados de marzo los poderes y la opinión públicos tomaron conciencia de que el país afrontaba una crisis de consecuencias impredecibles que, además, mantendría confinada a la población en sus domicilios durante semanas: la pandemia de coronavirus había alcanzado España.

 

Por encima de la pandemia

Los mensajes de WhatsApp de contenido racista atribuidos a dirigentes de Vox, la negativa de la vicepresidenta de la Asamblea Cristina Pérez a abandonar un piso de protección oficial que ocupaba irregularmente, la sentencia del TSJA que consideraba irregular el cobro del plus de residencia por los miembros del Gobierno, la decisión de dos diputados de Vox de abandonar la disciplina de grupo y convertirse en miembros no adscritos en la Cámara y otros tantos azotes infligidos a la normalidad política quedaron sumidos en el olvido con la llegada de un mal mayor. Todo ello había quedado sepultado por la emergencia. Bueno, todo, no. PP y PSOE, pese a los llamamientos de sus dirigentes a la unidad y la lealtad institucional no han olvidado mantener viva la llama del enfrentamiento, pandemia mediante.

Progresivamente, desde la declaración del estado de alarma, las intervenciones de los miembros del Gobierno local, con su presidente, Juan Vivas, a la cabeza, fueron centrando sus invectivas en Pedro Sánchez y su dirección de la crisis sanitaria. La reivindicación de los 7,2 millones de euros al Gobierno adquiría, en plena propagación de la epidemia, un nuevo sentido que apuntalaba el argumento que los populares han venido utilizando desde el estallido de la crisis: el Gobierno central ha abandonado a Ceuta.

 En la calle Daoiz, emplazamiento de la sede del PSOE, la respuesta no se hizo esperar. De la provechosa relación que populares y socialistas habían cultivado hacía apenas unos meses ya no quedaba nada. Y en esta refriega estaban cuando un detalle vino a desatar la guerra total.

La dirección y los militantes socialistas decidieron que sería bueno repartir alimentos entre la población más desfavorecida y, por tanto, más vulnerable a los efectos económicos de la crisis del coronavirus. Los populares advirtieron que las provisiones se habían repartido en bolsas de plástico en las que aparecía dibujado el logotipo del PSOE. “Es nauseabundo”, escribió el PP en un comunicado de prensa.

Desde entonces, las notas de prensa han volado como dagas desde la sede de un partido hacia la del otro. El coronavirus no parece haber sido suficiente para que los dos partidos mayoritarios de la ciudad resolvieran orillar sus diferencias. El covid-19 sigue ahí. Las rencillas entre populares y socialistas, también.

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