La historia de la Ceuta, de la mano de la catalogación y digitalización

Un concejal ceutí intentó hace cien años convertir la conmemoración de la efeméride en la excusa para propiciar la paz durante la Gran Guerra 

ooooo.jpgActa municipal del año 1915/ REPRODUCCIÓNLa conquista de Ceuta se fraguó,  a lo que parece, en la iluminación de un monarca preocupado por la ociosidad de sus huestes, desocupadas después de tanto guerrear. El rey Juan, convencido de la necesidad de ofrecer holganza a sus hidalgos, ideó un extraordinario torneo donde los brazos más preclaros del reino medirían sus fuerzas.

La ocurrencia no pareció del gusto del hijo menor del rey, el infante Don Enrique. El vástago de Don Juan,  seguramente de talante pendenciero a pesar de su corta edad, encontró más acorde a su alcurnia y a la fiereza de sus caballeros una buena guerra con sus mandoblazos, su olor corporal y su exterminio de la población autóctona. Persuadido por el juvenil empuje del muchacho, el amor paternal movió al monarca a conceder al joven vástago su capricho. Y así fue como las tropas portuguesas acabaron tomando Ceuta en 1415.

La narración de estos hechos, contados en otros términos y con mayor gracia y ocupación, se la debemos a Gomes Eanes de Zurara, autor de “Crónica da tomada de Ceuta”, quizás el principal relato que nos ha sido legado sobre la   gesta de la toma de la ciudad por Juan I de Portugal.

Las páginas de estas obras han sido estudiadas con detenimiento por los numerosos investigadores que, dentro y fuera de la ciudad, han dedicado su tiempo al estudio de la Ceuta portuguesa. En el silencio de las bibliotecas y los archivos, los estudiosos han ido desbrozando las oscuridades de los textos más antiguos.

“Hoy disponemos de una visión bastante buena del periodo a través de las crónicas que se contraponen a la perspectiva islámica de la ciudad”, explica el investigador y cronista oficial de la ciudad, José Luis Gómez Barceló.

“La investigación está en un buen momento, se están abriendo muchas líneas nuevas, seguramente porque se están poniendo a disposición de los investigadores fuentes que hasta ahora no habían sido conocidas –continúa Gómez Barceló- Ello ha sido debido a los procesos de catalogación y digitalización que se promueven en las bibliotecas y archivos, no solo españoles sino también portugueses, lo que permite acceder a montañas de obras que hace unos años eran prácticamente imposible de alcanzar”.

Todas estas fuentes, y el trabajo incansable de un vasto número de investigadores, permiten que la historia portuguesa de la ciudad esté vastamente documentada. Un caudal de información que nos permite tener una idea muy precisa del aspecto de Ceuta antes y después de la conquista. Uno de los legados más apreciados procede de un exiliado que, años después de la entrada a mata caballo de los portugueses en Ceuta, escribía, alejado para siempre de su tierra natal, sobre la ciudad que había dejado atrás. “Los ceutíes tenemos una suerte inmensa –confiesa Gómez Barceló-  Se dice que la mejor descripción medieval de una ciudad islámica es la que hace Al Ansari de Ceuta en el siglo XV: el recuerdo de un exiliado  tras la conquista y en un momento de su vida en el que está plenamente convencido de que la reconquista no será posible”.

Gómez Barceló detalla cómo era la Ceuta descrita por el melancólico Al Ansari. La Ceuta islámica era una población sumamente expandida que ocupaba toda la ciudad vieja, la Almina, parte del Hacho y una buena extensión del campo exterior. Aquella ciudad disponía de dos  polos de residenciales o de expansión que serían Ceuta la vieja  y Beliones. “De eso, pasamos  la típica plaza militar europea, amurallada de foso a foso –prosigue el investigador- Ese era el tipo de ciudad que habíamos tenido en las épocas califal y bizantina. Era algo típico de las ciudades medievales, tanto cristianas como musulmanas, que en época de guerra se fortificaban y se limitaban al recinto que se podía defender de forma práctica”.  

Sobre conmemoraciones

La pulsión por conmemorar gestas bélicas ha acompañado al ser humano desde el lejano día en el que decidió que abrirle el cráneo de parte a parte al adversario era el mejor procedimiento para la resolución de conflictos. Lo ha hecho el gobierno municipal de nuestros días, con dudoso éxito, e intentó hacerlo hace cien años la corporación del Ayuntamiento de la época.

Antes de que Carlos Ponsac Mon y Alberto Baeza Errazti, los investigadores más reputados en este campo, empeñaran sus esfuerzos y su tiempo en el estudio de la Ceuta portuguesa, los próceres de la ciudad creyeron de buen tono organizar “un acto de resonancia mundial” para conmemorar la llegada de los portugueses. El instigador de la jornada de celebración fue el concejal Juan Morejón quien propuso convertir la celebración de aquella fecha en un llamamiento a la paz, justo en las fechas en las que Europa se desangraba por la guerra.

La propuesta de Morejón resultaba, al tiempo, cándida y admirable. El concejal proponía que los representantes de las naciones neutrales en la Gran Guerra se dieran cita en Ceuta para reclamar a los estados beligerantes que concertasen un encuentro en Madrid para firmar la paz. La hermosa iniciativa no tuvo eco. A cambio, y en la línea de lo que ha sido predecible entre concejales de toda época y condición, se decidió tirar del presupuesto público para que, en tan señalada fecha, se invirtieran 1.028 pesetas en obras de reforma en la ermita del Valle.

Faltaban cien años para el nacimiento y extinción de la Fundación Crisol de Culturas. Pero ésa es otra historia.