falta de definición de un modelo turístico

Una industria por definir

La ausencia de un modelo definido para la creación de una industria turística sólida lastra desde hace años un proyecto que los empresarios juzgan necesario acometer para dinamizar la economía local. La ciudad quiere ser un centro turístico, pero no sabe cómo. 

turistas en ceuta (1)
photo_camera Un grupo de turistas pasea por el centro de la ciudad/ C.A.

“En diez años, las autoridades han propuesto diez modelos turísticos diferentes: así es imposible”. La queja, salida de uno de los empresarios del sector, refleja la estupefacción en la que viven sumidos muchos emprendedores en Ceuta. La creación de una industria turística que dinamice la economía local como única salida razonable para una ciudad dependiente en exceso de las ayudas estatales es todavía, a estas alturas, un proyecto débil e inconsistente.

El diseño de la industria turística que Ceuta podría construir está todavía por definir. Los obstáculos que se oponen a este empeño sí que han sido identificados hace tiempo, lo cual no ha servido para que se haya avanzado un ápice en su remoción. La ciudad quiere ser un centro turístico, pero no sabe cómo.

Uno de los consensos consolidados apunta a que el cliente de esta industria todavía por conformar habrá de venir del sur. Un estudio publicado el pasado año por la Universidad de Granada ofrecía información reveladora. Según el informe, el turista procedente de Marruecos que llega a la ciudad por primera vez es un consumidor que en 61 de cada 100 casos decide utilizar los hoteles y hostales ceutíes. Resulta, además, un visitante fiel: sólo un 9 por ciento declaran que no volverían o que dudarían en hacerlo.

Los marroquíes reconocen que visitan la ciudad al reclamo de productos y servicios que no pueden adquirir fácilmente en su país.

Los empresarios ceutíes llevan años reclamando políticas fiscales que favorezcan que ese reclamo resulte cada vez más atractivo. El desarrollo del comercio generaría en torno a sí una dinámica de actividad económica que serviría de fundamento a ese turismo de calidad al que se aspira.

Los intentos de las autoridades municipales en esta línea han conducido, indefectiblemente, a la melancolía.

En abril de 2015, el por entonces consejero de Hacienda, Emilio Carreira, presentó un plan de promoción del comercio local que incluía reducciones del tipo del impuesto para determinados productos. Carreira explicó que la pretensión era la de aplicar bajadas del IPSI de dos puntos al calzado y el textil, que pasarían, respectivamente, del 7% al 5% y del 10% al 8%.

Este plan preveía la habilitación de un catálogo de productos que tributarían sólo un 0,5% con el propósito de ejercer de reclamo o “gancho” para atraer visitantes a la ciudad. El consejero anunció que dicho catálogo incluiría productos tecnológicos, cosméticos y relojería, sin descartar que en un futuro pudieran también añadirse artículos de joyería. Nada de esto se ejecutó.

 

La frontera

En todo caso, el principal problema al que se enfrenta Ceuta para hacer atractiva su oferta ante sus vecinos del otro lado de la frontera es, precisamente, la frontera. El desarrollo incontenible del denominado “comercio atípico” ha corrido paralelo al absoluto desbarajuste al que se ha condenado a los flujos a través del paso fronterizo. Esperas que se demoran horas para entrar en la ciudad constituyen un factor disuasorio suficiente para quien vive la exasperante experiencia de verse atrapado en una cola de vehículos interminable.

La visión del “comercio atípico” como una amenaza para un desarrollo ordenado de la economía local ya ha comenzado a cuajar. Las autoridades municipales afirman ya sin rubor que este contrabando consentido comporta más daños que beneficios a la ciudad. A finales del pasado año, el mismo delegado del Gobierno, Nicolás Fernández Cucurull, expresaba públicamente sus dudas acerca de que el “comercio atípico” y el turismo fuesen actividades compatibles en las actuales circunstancias.

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