LOS CONTROLES EN LA FRONTERA EVIDENCIAN LA PRECARIEDAD DE LAS TRANSFRONTERIZAS

Mujeres, extranjeras, excluidas

Porteadoras y empleadas domésticas constituyen el grueso de los marroquíes que, a diario, cruzan a Ceuta para buscar su sustento. Junto a ellas, existe también un contingente de mujeres que encuentra en el trabajo sexual su forma de vida.

Mujeres porteadoras en el polígono de El Tarajal (C.A./ARCHIVO)
photo_camera Mujeres porteadoras en el polígono de El Tarajal (C.A./ARCHIVO)

El veto, más o menos laxo, impuesto por las autoridades españolas al paso de trabajadores transfronterizos sin contrato laboral tiene en las mujeres a sus principales damnificadas. Las porteadoras y las empleadas domésticas han visto como en el plazo de unas semanas sus rutina se han visto entorpecidas por la rigidez de los controles.

Porteadoras y empleadas domésticas constituyen el grueso de los marroquíes que, a diario, cruzan a Ceuta para buscar su sustento diario. Junto a ellas, existe también un contingente de mujeres que encuentra en el trabajo sexual su forma de vida. Según sostiene la Fundación Cruz Blanca, el cien por cien de las mujeres que se prostituyen en la ciudad son marroquíes.

Las limitaciones establecidas por la Delegación del Gobierno buscan contener el tránsito de porteadores al recinto de los polígonos comerciales. Vetar la entrada a personas sin papeles pretende reconducir a todos los marroquíes que se dedican al porteo hacia el paso peatonal de Tarajal I, único acceso autorizado para el tráfico de mercancías.

Aunque el porteo es una actividad que ocupa tanto a hombres como a mujeres, son ellas las que se enfrentan a situaciones más poderosas de exclusión y marginación. Así lo explica la socióloga y politóloga Cristina Fuentes, miembro del Observatorio de Análisis de la Realidad Sociofronteriza del Mediterráneo de la Universidad de Granada. “Hay una férrea estructura de género que define lo que yo denomino el circuito de las porteadoras. Las mujeres son apenas un medio de transporte, mulas. Sin embargo, la estructura, el caparazón, es lo que está masculinizado. Las mujeres ocupan el eslabón más bajo de la cadena del comercio atípico. Integran el sector más débil, el más vulnerable, con menos derechos”, explica la investigadora.

Con edades comprendidas entre los 35 y los 55 años, las porteadoras son mujeres de bajo nivel cultural con cargas familiares.  “El perfil de mujer que se hace porteadora para subvenir a sus propias necesidades, para alimentarse a sí misma, no existe”, aclara Fuentes.

A diferencia de lo que sucede con el porteo, el trabajo doméstico en Ceuta se encuentra totalmente feminizado, tal y como constata el reciente informe de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía “Las trabajadoras del hogar en Ceuta”. Según este estudio, el  95,7% de las personas dedicadas al empleo doméstico en la ciudad son mujeres y extranjeras (el 98,2% de ellas, marroquíes). Los datos oficiales recogidos en el estudio subrayan que las mujeres del país vecino empleadas en hogares ceutíes constituyen el 27,5% del trabajo de personas extranjeras en la ciudad y el 50% de las autorizaciones del empleo fronterizo.

La desregulación de sus condiciones de trabajo es una característica común de este conjunto de trabajadoras. Con las muchas variaciones que pueden darse, el trabajo de APDHA cifra entre los 250 y los 400 euros su salario mensual para una jornada laboral de lunes a viernes de unas cinco horas. Las mujeres empleadas por horas en distintas casas vendían a percibir entre 20 y 25 euros por día de trabajo. Según estimaciones del sindicato CCOO, entre el 70% y el 80% de todas estas marroquíes no tienen contrato.

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