Dos semanas después de su inauguración y una de su clausura durante una semana, forzada por consideraciones de seguridad, el paso fronterizo Tarajal II ha vuelto a abrir sus puertas. Las autoridades españolas y marroquíes han comenzado a aplicar el acuerdo alcanzado para limitar el acceso de los porteadores a la zona comercial, un pacto que prevé que sólo 4.000 personas podrán entrar a diario en los polígonos procedentes de Marruecos. Es precisamente el vecino país quien se encarga de llevar la cuenta del número de porteadores.
La mañana había transcurrido hasta la diez de la mañana con una inusitada normalidad, más parecida a la situación vivida durante la jornada de su inauguración el pasado día 27 que al desbarajuste causado, apenas dos días después, por la entrada de hasta 10.000 personas. Mujeres y hombres, como siempre, formaban largas colas por separada. Las primeras bordeando las naves del polígono y por tanto, dejando libre el tránsito de personas y vehículos en las calles de los polígonos y los hombres aguardaban en una cola que transcurría por la carretera hacia la ITV. Las largas filas estaban organizadas por tramos para evitar aglomeraciones. En el caso de las mujeres estaban separadas hasta en cuatro grupos antes de acceder al pasillo del Tarajal II donde les aguardaba una nueva cola. En la explanada de espera antes de entrar, se han instalado unas barandillas para que las mujeres puedan apoyarse.
El tránsito a través del paso ha fluido con morosidad, dada la rigidez con la que las autoridades marroquíes han gestionado el tránsito de los porteadores a través de la frontera y que ha demorado las esperas. De hecho, a lo largo de la mañana se ha cerrado la frontera del lado marroquí en varias ocasiones.
La experiencia de los próximos días servirá para aquilatar la eficacia del Tarajal II en la tarea de evitar las aglomeraciones y los problemas de orden público generados por el tráfico de porteadores. La calma tensa se ha dejado sentir durante toda la mañana en el exterior de los polígonos, temiendo en cualquier momento que las carreras por ganar unos metros de espera pudieran terminar en avalancha. La empresa de seguridad privada se ha encargado de organizar a los porteadores en el exterior mientras que la Policía Local se limitaba a controlar el tráfico y la Nacional a vigilar que todo transcurriera con normalidad, sobre todo en el caso de la fila de hombres que se ha formado en el arcén de la carretera con el consiguiente riesgo.
