A PROPÓSITO DE LAS RELACIONES ENTRE LAS AUTORIDADES DE AMBOS LADOS DE LA FRONTERA

Una invitación a tomar té

Los reproches a las autoridades de la Ciudad y la Administración General del Estado en Ceuta en torno a su gestión del problema fronterizo suelen apuntar a una supuesta falta de voluntad por entablar cauces de comunicación con sus homólogos en el país vecino. 

vistas de ceuta desde marruecos (9)
photo_camera Vistas de ceuta desde Marruecos (C.A.)

“Exigimos a nuestros políticos que tomen un té con el walid de Tetuán”. Un empresario de los polígonos de El Tarajal se expresaba en estos términos en una carta pública cuyo propósito era censurar la escasa voluntad que, a su juicio, existe entre los representantes de la Ciudad y la Administración central en Ceuta para abrir cauces de comunicación con las autoridades locales y regionales del país vecino.

La crítica, compartida por los grupos políticos de la oposición, encontraba respuesta en el discurso que el pasado 6 de diciembre pronunció el delegado del Gobierno, Nicolás Fernández Cucurull, durante los actos de conmemoración del aniversario de la Constitución. Sus palabras sonaban a hartazgo y reproche. “Si esos contactos existieran y se hiciesen públicos, se cortarían de inmediato; si existieran y no se hiciesen públicos, parecería que se da la razón a los que dicen que no existen”, planteó crípticamente el delegado.

La interlocución entre las autoridades marroquíes y españolas, indispensable para hallar alguna solución a los colapsos en la frontera común, se encuentran con obstáculos cuya existencia no constituye ningún secreto. Fernández Cucurull hablaba de la necesaria discreción que era obligado observar a la hora de mantener una relación constante y fluida con un estado que, al cabo, mantiene un conflicto territorial con su vecino. Reconocer a las autoridades ceutíes como interlocutor en cualquiera que sea la materia de la que se propone hablar constituye para Marruecos un trágala que no está dispuesto a aceptar.

Que la resolución del problema económico y social representado en el actual desorden de los tráficos de personas y mercancías a través de la frontera no será posible sin el concurso de las autoridades marroquíes se antoja una evidencia.

La debilidad de Ceuta en esta negociación viene determinada por la pérdida de bazas económicas que, con respecto a Marruecos, ha ido experimentado el Gobierno español en las dos ciudades autónomas.

El investigador del Instituto Elcano Haizam Amirah Fernández constataba ya este fenómeno en un estudio de 2015 sobre las relaciones entre ambos países. “La viabilidad económica de Ceuta y Melilla se ha apoyado hasta ahora en un régimen fiscal especial con reducciones impositivas importantes, en el contrabando y, sobre todo, en la no pertenencia a la Unión Aduanera”, escribía entonces Amirah Fernández.

Sea cual fuere la capacidad de maniobra de las autoridades españolas en Ceuta para abrir un espacio de relaciones de confianza con sus homólogos al otro lado de la frontera, lo cierto es que cualquier encuentro o intercambio ha de estar presidido por la discreción, cuando no por el secreto.

La invitación del empresario a tomar un té con el walid de Tetuán no tenía, presumiblemente, la vocación de reconducir las relaciones diplomáticas de los dos estados en torno a la reivindicación marroquí sobre la soberanía de Ceuta y Melilla. El té que proponía el comerciante tan sólo habría de ser útil para solucionar los pequeños problemas del día a día en la frontera que constituyen en muchos casos el origen de los grandes problemas cotidianos que padecen empresarios, ciudadanos, porteadores y fuerzas de seguridad.

Aunque existen contactos que se traducen en ocasiones en actuaciones coordinadas en ambos lados de la frontera, el recelo continúa siendo una característica de las relaciones entre las autoridades que se encuentran a pie de obra.

Las charlas en torno a un té no servirán, sin embargo, para acabar con un problema que, en esencia, exige afrontar retos que sólo se pueden solucionar desde Madrid y Rabat: infraestructuras adecuadas y capaces y reconsideración de la situación de contrabando tolerado a través de la frontera. Cualquier modificación del estatus económico de la ciudad podría desequilibrar las buenas relaciones entre los dos estados de las que no deja de envanecerse el Gobierno español. España necesita un Marruecos complacido para garantizarse el control en el país vecino de los flujos migratorios que se dirigen hacia Ceuta y Melilla y contar con su inestimable colaboración en la lucha contra el terrorismo.

El profesor Amirah Fernández contextualizaba en su informe la resistencia de Marruecos a la integración de Ceuta y Melilla en la Unión Aduanera. Más allá de la inquietud que pudiera albergar Rabat sobre las consecuencias que el fin del contrabando en la frontera tendría en su propio país, con miles de personas abocadas a perder su principal ingreso de subistencia, el investigador de Elcano precisaba la naturaleza de la renuencia marroquí: “No debe perderse de vista que la oposición marroquí también se explica por motivos estratégicos y de más largo plazo: su renuencia a una mayor integración económica de Ceuta y Melilla en la UE y sus implicaciones geoeconómicas y, por tanto, geopolíticas”.

Y éstas no son resistencias que se puedan vencer invitando a un vaso de té.