Inmigración

25 años de una explosión de ira en El Ángulo

Hoy, 11 de octubre, se cumplen 25 años de los disturbios desatados en las Murallas Reales por un grupo de 200 subsaharianos. 
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photo_camera Recinto de las Murallas Reales en la actualidad (C.A.)

“Fue una batalla campal”. Con esta frase arrancaba la crónica que el diario “El País” hacía de los disturbios que el 11 de octubre de 1995 se desataron en las Murallas Reales. Lo que acabó conociéndose como “los sucesos de El Ángulo”, fue el colofón al primer conflicto que vivió la ciudad con el fenómeno migratorio como telón de fondo.

Aquel día, algo más de 200 migrantes subsaharianos que malvivían en el interior de las por entonces casi ruinosas Murallas se vieron sumidos en una vorágine de ira y violencia. Los migrantes sobrevivían en condiciones infrahumanas a la espera de que las autoridades les concediesen los permisos que reclamaban para poder viajar a la Península. Quienes se habían conducido de manera pacífica hasta entonces se rebelaron frente a su situación de la peor manera posible. Los inquilinos forzados de las vetustas Murallas la emprendieron a pedradas con los transeúntes y acabaron enfrentados a los policías en una espiral de violencia que se saldó con unos 80 heridos: 50 migrantes (tres de ellos de gravedad) y 30 agentes de las fuerzas de seguridad. El policía Antonio Arrebola recibió un disparo, cuya autoría, 25 años después de los sucesos, todavía no se ha esclarecido.

Hacía apenas siete años que el periodista del “Diario de Cádiz” Ildefonso Sena había fotografiado en las playas de Tarifa el primer naufragio de una patera de migrantes del que tenía noticia la opinión pública española. La imagen del cadáver de un migrante sobre la arena acabaría convirtiéndose en una imagen icónica de la tragedia del Estrecho.

Instantánea, tomada en Tarifa en 1988,  del primer migrante fallecido en el Estrecho (ILDEFONSO SENA)Instantánea, tomada en Tarifa en 1988,  del primer migrante fallecido en el Estrecho (ILDil(ILDEFONSO SENA)

En Ceuta, las autoridades no concedían demasiada importancia a la llegada de aquellos jóvenes de piel oscura que deambulaban por la ciudad sin ningún tipo de apoyo de las administraciones públicas. Los disturbios de El Ángulo vinieron a convertirse en algo así como una epifanía para los ceutíes, la revelación de que la injusticia y las desigualdades del mundo acababan de elegir como escenario esta pacífica ciudad del norte de África.

La fotografía de Sena y las imágenes de violencia en las Murallas Reales, que recorrieron el mundo, abrían una nueva época. En Ceuta, los migrantes comenzaron a ser concentrados en el campamento de Calamocarro, cuyas condiciones no introducían mejoras sensibles respecto a la forma de vida que los subsaharianos habían conocido hasta entonces. A finales de 1999, el recinto era ocupado por 2.500 personas. El campamento acabo cerrándose al año siguiente.

El Gobierno central decide entonces iniciar las obras de la valla fronteriza que, concluida en febrero de 2000, se habría de convertir en las dos siguientes décadas en escenario de los esfuerzos, tremendamente costosos en muchos casos,  de miles de subsaharianos por acceder a la ciudad. Las autoridades inauguran ese año el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI).

Hoy, 25 años después de los sucesos de El Ángulo ni Europa ni España ni muchísimo menos Ceuta han sabido afrontar el reto de los fenómenos migratorios con la lucidez suficiente. El fantasma de aquellos días de convulsión continúa ahí.