Ceuta y Melilla, inquietas por la amenaza velada de Rabat de dejar en suspenso el control migratorio

La reunión celebrada este lunes entre los ministros de Asuntos Exteriores español y marroquí en Rabat ha obviado la amenaza proferida por Marruecos de dejar de contener los flujos migratorios si la Unión Europea no atiende sus intereses. La hipótesis de una frontera sin la cooperación del guardián del otro lado intranquiliza a las autoridades de las dos ciudades autónomas. 

patera 1
photo_camera Un guardia civil inspecciona una patera varada en la playa/ CEDIDA/ARCHIVO

 El Gobierno español camina con pies de plomo para no enturbiar sus relaciones con Marruecos. El ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, viajaba este lunes a Rabat para mantener el primer contacto que el Gobierno configurado por Mariano Rajoy el pasado noviembre establece con las autoridades del país vecino. Dastis había de enfrentar las suspicacias de su homólogo marroquí Salaheddine Mezuar, nacidas de una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que reconoce al Sáhara Occidental como territorio con una condición jurídica “distinta y separada”.

La mención a esta resolución judicial en una respuesta de la Comisión Europea a una interpelación parlamentaria a comienzos de este mes ha reactivado el malestar en Marruecos. El Ministerio de Agricultura marroquí emitió un comunicado por el que advertía de que un trato diferencial al Sáhara en la aplicación del acuerdo agrícola suscrito con la UE podría tener consecuencias directas en la cooperación que Rabat brinda en materia de contención de los flujos migratorios.

El incipiente contencioso ha resonado con fuerza en Ceuta y Melilla. Las autoridades locales no alcanzan a medir las consecuencias que tendría para la estabilidad de ambas ciudades el absentismo del país vecino en el control de los migrantes.

En una entrevista concedida a la agencia EFE, el ministro de Agricultura marroquí, Aziz Ajanuch, alentaba la inquietud de los españoles. “¿Cómo quieren los europeos que hagamos el trabajo de bloquear la emigración africana y hasta la marroquí si hoy Europa no quiere trabajar con nosotros?”, se preguntó el ministro.

Los “enfados” de Marruecos con España y Europa y sus “extemporáneas” reacciones se han convertido en un tópico que trufa realidad y mito a partes iguales. El caso más emblemático se produjo en el verano de 2014. El 11 y 12 de agosto, las autoridades españolas contabilizaron hasta 1.200 migrantes que habían alcanzado las costas andaluzas o accedido a las dos ciudades autónomas a lo largo de ambas jornadas.

La relajación de la vigilancia se atribuyó entonces a un incidente protagonizado por la Guardia Civil y un visitante inesperado. Días antes de la masiva llegada de migrantes, una patrullera del instituto armado dio el alto a un yate que navegaba por aguas de Ceuta. A bordo viajaba un ilustre pasajero: el rey Mohamed VI.

El Gobierno español es consciente de los problemas que le acarrearía la pérdida de este socio privilegiado de la UE, el guardián de la frontera sur. Esta convicción ha quedado de manifiesto en la actitud conciliadora con la que Dastis ha acudido a Rabat, ayudada por el propio Mezuar, quien en este encuentro prefirió eludir la controversia en torno a la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE.

Con todo, las autoridades españolas y europeas siguen confiando en que las amenazas de Marruecos no sean más que un gesto de presión para hacer valer sus intereses en el marco de sus relaciones con Europa.

“Si Marruecos relajase el control, tendríamos un problema” -advertía la pasada semana el diputado al Congreso por Ceuta, Juan Bravo- Podemos entender la actitud de Marruecos como una medida de presión, pero hay que procurar que esto no se convierta en objeto de negociación”.