Una Marcha por la Dignidad a medio gas pide parar la "cárcel racista" de Algeciras

Además de las peticiones habituales, como los cambios en la Ley de Extranjería, la creación de un sistema de acogido digno o el cierre de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), los convocantes han pedido cesar la construcción de centros de inmigrantes como el que se está construyendo en la ciudad vecina.

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Rozando las primeras horas de la tarde la marea humana protagonizada por asociaciones de todo el país, voluntarios, simpatizantes, residentes y exresidentes del Centro Temporal de Inmigrantes (CETI) han iniciada la ya habitual por esta época marcha en dirección al Tarajal, donde recordar la madrugada del 6 de febrero de 2014.  Una Marcha por la Dignidad que en su X aniversario ha vuelto a rendir memoria y tributo a las 15 personas que se ahogaron entre botes de humo y material antidisturbios aquel fatídico día y pedir cambios, casi una década después, casi idénticos a los que han venido reclamando año tras año desde entonces.

Una marcha, eso sí, que ha contado con menos presencia, como comentaban algunos de los asistentes. Ha ido a medio gas. “Algo más pesada”, deslizaban algunos comentarios, y en la que el frío y levante como protagonistas han ahuyentado de la playa a muchos de los presentes antes de que finalizara ese tradicional y largo acto, en cuyas proclamas, como principal novedad ha destacado la exigencia de parar la construcción del centro de inmigrantes que se está construyendo en Algeciras. “Exigimos recursos suficientes y eficaces para las personas que buscan recursos. El cierre de los CIEs, y rechazamos la construcción de cárceles racistas como la que se está construyendo en Algeciras”.

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Asimismo, tampoco han faltado en las proclamas cambios en las leyes y en las políticas para que los condenados por nacer en medio de la pobreza tengan vías seguras para migrar y no morir en el intento de alcanzar una vida digna.

Falta “un sistema digno de acogida” desarrollado por las Administraciones y eso “expone a las pesonas a una vulneración de sus derechos y a sobrevivir en unas condiciones lamentables y pésimas”. Se vulneran “los derechos humanos de forma sistemática bajo el amparo de la ley de las relaciones internacionales”.

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Por eso han reclamado ese sistema digno de acogida en el que “se respeten y garanticen los derechos recogidos en la Delaración Universal de los Derechos Humanos, en la Convención de los Derechos de la Infancia y en el Estatuto de las personas refugiadas”. Todo sin “discursos difusos” de forma intencionado para “revictimizar” a los migrantes y “exponerlos a una mayor vulnerabilidad”. De la misma forma, no han faltado demandas a políticas públicas con medidas concretas y presupuesto suficiente contra los discursos del odio, el racismo y la xenofobia donde la riqueza de la diversidad y la inclusión se reconozcan como pilares fundamentales de una sociedad democrática”.

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“Migrar es un derecho. Vías legales. Vidas seguras. Tarajal, no olvidamos”, cierra el texto que se ha leído después de encender una vela por cada uno de los fallecidos aquella madrugada de 2014: Luc, Yves, Samba, Chimi, Dauda, Keita, Armand, Blaise, Yosouf, Larios, Jeannot, Roger, otra por los que no se conoce el nombre, otra por los que yacen en el fondo del mar y otra más por los que no salieron del desierto”.