la situación resulta insólita en un escenario tradicionalmente masculino

Una mujer integraba el grupo de migrantes que trató de saltar la valla fronteriza el martes

La imagen de una mujer integrada en un grupo de hombres que tratan de franquear la valla fronteriza es una escena inusual que, sin embargo, se registró en el intento de salto protagonizado por casi 300 migrantes el pasado martes. 73 hombres lograron entrar en la ciudad. 

mujer migrante valla
photo_camera La mujer deambula entre militares marroquíes tras el salto del pasado martes (CEDIDA)

El pasado martes, un grupo de 73 hombres lograba franquear la valla fronteriza y entrar en la ciudad. Apenas unas horas más tarde, tras la valla, una figura orgullosa se separaba del grupo de migrantes que habían fracasado en su intento de superar el cercado. Caminaba erguida, vigilada por los militares marroquíes a caballo que custodiaban a aquellos hombres.

La imagen no tendría nada de singular si no fuera porque aquélla era la figura de una mujer. La presencia de mujeres integradas en los grupos de hombres que tratan de saltar las vallas de Ceuta y Melilla resulta inusual. Los casos documentados pueden contarse con los dedos de una mano.

Según constata el informe de la Asociación Pro-Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) “Derechos Humanos en la Frontera Sur 2017”, aunque los movimientos de población que recibe Marruecos procedentes de países subsaharianos siguen estando protagonizados básicamente por hombres, la migración femenina es cada vez más notable en el país vecino.

Aquéllas que continúan su ruta hacia Europa conocen que su condición les aboca a una doble discriminación: la que las estigmatiza por ser migrante y, además, mujer.

Los campamentos que se levantan en los bosques próximos a la valla de Ceuta son concentraciones donde la mayoría de hombres suele resultar abrumadora. Estos asentamientos reproducen un modelo social que relega a la mujer, condenada a una situación de dependencia de los hombres que dirigen el grupo si no quiere perder la oportunidad de embarcar en una patera que la conduzca a las costas españolas. Porque plantearse el salto de la valla resulta una empresa casi inatacable.

Las mujeres que se asoman a la frontera de Europa comparten un historial de abusos y agresiones de las que han sido víctimas a lo largo del camino que les ha conducido a un paso de su sueño. Las redes de trata de personas las convierten en sus presas más codiciadas. La práctica identificación que establecen las autoridades españolas entre mujeres migrantes y víctimas de estas organizaciones ha llevado, sin embargo, a las organizaciones humanitarias a alertar del reduccionismo que supone sostener esta idea. “Se ve cómo la ‘trata’ es a menudo un término comodín que engloba todas las formas de violencia que pueden padecer las mujeres en el trayecto migratorio”, se advierte en el documento “Ceuta y Melilla, centros de selección a cielo abierto”, elaborado por un grupo de oenegés. Según este informe, esto dificulta comprender la verdadera situación en la que se encuentran estas mujeres, entender cuáles son sus aspiraciones y estrategias de supervivencia y conocer sus necesidades reales de protección.