Moros taimados, traidores felones y Busquets, el quintacolumnista

Un partido de fútbol ha bastado a la extrema derecha local para desempolvar toda suerte de prejuicios acerca de la población musulmana ceutí y los partidos democráticos.

Textos publicados por dirigentes de Vox a propósito del partido de fútbol entre España y Marruecos (REPRODUCCIÓN)
photo_camera Textos publicados por dirigentes de Vox a propósito del partido de fútbol entre España y Marruecos (REPRODUCCIÓN)

El fútbol ha sido siempre un espectáculo generador de extraordinarias pasiones. Hondureños y salvadoreños se enzarzaron en 1969 en un breve conflicto bélico bautizado con el nombre de «La Guerra del Fútbol» en referencia al encuentro que las selecciones de ambos países disputaron apenas unos días antes de que se desencadenasen las hostilidades. Argentina vengó la afrenta de las Malvinas cuatro años después sobre el césped del Estadio Azteca y de la manera más humillante posible: con un gol ilegal que emparentó por primera vez a Diego Armando Maradona con el mismísimo Dios. El propio Franco creyó ver el inicio de la decadencia del imperio soviético en el gol de cabeza que Marcelino endosó a Yashin en la final del Campeonato del Mundo de 1964.

En el fútbol, como en la vida, uno salta al terreno de juego sin conocer de antemano cuál será el resultado. Todo puede concluir con una alegría desbordante o con una pena máxima, como la que el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, ha reiterado que pretende lanzar para combatir las asechanzas que se ciernen sobre Ceuta. «Estamos ante uno de esos momentos en los que se requiere dar un paso al frente, aunque no sea lo más cómodo, pedir el balón para tirar el penalti aun a riesgo de fallarlo. Yo quiero tirar el penalti a beneficio de Ceuta y España», sentenció, entre el entusiasmo de sus correligionarios, durante el último congreso provincial del PP. Lo cual está bien traído, siempre y cuando se muestre más aplicado que Busquets en la tanda de penaltis contra Marruecos.  

Si llevamos al extremo la metáfora utilizada por Vivas, podríamos imaginar al presidente de la Ciudad en el momento decisivo, el rostro contraído por la responsabilidad, el pensamiento concentrado en el cálculo que ha de servir para enviar el balón justo a la escuadra, allá donde Bono jamás podrá llegar, la mirada fija en el entrecejo del portero, confiada en adivinar las intenciones del cancerbero, imaginando la estirada inútil, la desesperación del adversario ante la pericia del lanzador, la disciplina del cuero que traspasa la línea y se deja abrazar por la red que lo aguarda… O, por el contrario, tal y como definitivamente acabará sucediendo, el esférico, golpeado de manera negligente, sobrevolará el larguero y adquirirá una trayectoria ascendente que lo conducirá hasta el tercer anfiteatro. «Calladito ante las hordas marroquíes», escribirá en su perfil de Facebook el portavoz de Vox en la Asamblea, Carlos Verdejo, para denostar la incapacidad de Vivas como ejecutor de penas máximas.

Lo del penalti de Vivas en el Mundial es una ficción alimentada por una imaginación febril, como podrá suponerse. El comentario de Verdejo es real. Pero, ¿por qué un partido de fútbol ha conmocionado de tan profunda manera a la extrema derecha local?

 

España 0-Marruecos 0

La sola celebración del encuentro entre España y Marruecos ya había excitado la retórica de los ultraderechistas ceutíes. El propio Verdejo escribió en sus redes sociales, emulando a un Tiresias inepto e igualmente ciego: «Nada más bonito en los octavos de un Mundial que poder eliminar a Marruecos». Rappel, en el refugio muelle de su túnica de estampado floral, no podría encontrar discípulo más aventajado.

Pero el fútbol, además de sus propiedades como factor propiciatorio de los sentimientos más exaltados, sirve también para canalizar los prejuicios más enraizados.

Las celebraciones que siguieron en la ciudad, similares a las que se sucedieron en el resto del país, sirvieron a la ultraderecha para desempolvar las carpetovetónicas ideas que nuestros padres aprendieron en la Enciclopedia Álvarez sobre el «moro taimado» y el «traidor felón».

El «moro taimado» estaría representado, en el imaginario de Vox, por la figura del «quintacolumnista». Este sería, en palabras recogidas de un comunicado de prensa difundido por la formación ultraderechista,  quien «vive al amparo de los derechos y beneficios que le reportan la nacionalidad y la residencia en España pero no duda en mostrar su lealtad hacia Marruecos». Los dirigentes del partido de Santiago Abascal identificaron como tales a quienes en la noche del martes salieron a festejar la victoria de Marruecos sobre España. El hecho de que en estas celebraciones participara alguno de los casi 5.000 marroquíes que residen en Ceuta no ha sido objeto de consideración en las reflexiones de Vox.

«Moros taimados» serían también los diputados Mohamed Mustafa y Fátima Hamed. Cuando Hamed caracterizó como españoles que no reniegan de sus orígenes a los musulmanes ceutíes, Verdejo replicó en las redes sociales: «La cabra tira al monte».

El papel de «traidor felón» ha de atribuirse, en el animalario de la extrema derecha, al presidente de la Ciudad, Juan Vivas, en quien el presidente de Vox, Juan Sergio Redondo, con su retórica inflamada, ha encontrado la encarnación de un malevo histórico: «Ni el Conde Don Julián, con toda su indignidad, creo que llegó a niveles tan miserables». Redondo, según deja constancia en sus redes, considera que su DNI español es un don obtenido gracias a la intercesión divina. «Yo, sin duda, tampoco reniego del gran privilegio con el que Dios me premió: ser español», celebra con entusiasmo el líder de la extrema derecha local.

Nadie podría haber imaginado en esta ciudad hace no mucho que un partido de fútbol diera para tanto.