PUENTE FESTIVO

De la Constitución a la Virgen

Una conmemoración constitucional que piensa más en la reforma que en la celebración y que alerta sobre la debilidad de los consensos políticos.

CONGRESO DE LOS DIPUTADOS
photo_camera Congreso de los Diputados (C.A.)

Estrella Digital/D.L.

El 6 de Diciembre de 1978 era miércoles y no era fiesta. La sequía y el paro eran las persistentes noticias del año. Los españoles y españolas pudieron votar, entonces los mayores de 21 años, con tiempo seco y soleado, con alguna niebla en el Ebro. Una masa de aire subsahariano había invadido España y las altas temperaturas animaban a muchos a prepararse para un largo fin de semana, el viernes sí era fiesta, en el sur o el mediterráneo.

Buen tiempo, en fin, y cuatro horas sin curro para ir a votar: españoles y españoles podían pensar en la virgen y el puente, pero se dieron una Constitución. A la virgen rogando y con el mazo dando, que es muy español. No sería hasta 1983 cuando el 6 de Diciembre se convirtió en festivo para celebrar la Constitución ampliamente aprobada por la ciudadanía.

Treinta y nueve años después, una Constitución algo envejecida y baquetada por decenas de avatares se planta en medio de nuestro camino al puente de la virgen. Pecado o gracia, según quién la mire, que espacio hay siempre para un par de Españas.

La Inmaculada es la patrona de la católica hispana; la Constitución es la patrona del patriotismo constitucional. Desde luego, quienes no mantienen devoción a ninguna de las deidades han usado tradicionalmente las fechas para realizar sus compras de navidad o celebrar unas vacaciones de invierno en mares próximos, antes de volver al pueblo por Navidad.

Aunque, también, ambas cosas han sufrido modificaciones: la moda hispter y cibernética nos ha traído el 'black friday' y el siguiente 'Monday', que ha concentrado ya el treinta por ciento de las compras de navidad, y los hábitos viajeros de españolas y españolas nos llevan a centros urbanos donde el consumo prima sobre el turisteo.

 

El día de la Constitución

El caso es que hace treinta y nueve años, un pueblo que entendía menos de ira que de concordia, decidió darse una constitución. Un 88% de los votantes dijeron «sí», aunque en Andalucía, Canarias, Murcia y Cataluña se superó el 90%. No quedaba duda de que la Constitución obtuvo en las urnas una mayoría aplastante.

Los noes, aunque minoría, representaron una corriente crítica también presente en el Congreso constituyente: los de Alianza popular (cinco votos en contra) y uno de Euskadiko Esquerra. En el Pais Vasco, la Constitución no fue votada por la mayoría.

 

Las reformas constitucionales

La Constitución se ha reformado en dos ocasiones (los artículos 13 y 135).

Luis Rodríguez Zapatero comprometió en 2004 su propósito de abordar cuatro reformas (la inclusión de las comunidades autónomas, el Senado, la inclusión de la Unión Europea y la sucesión a la Corona). El Consejo de Estado elaboró un Informe sobre la Reforma Constitucional pronto olvidado.

 

La reforma aun no tiene apoyo

El ámbito territorial es el más citado para justificar la reforma constitucional, aunque probablemente la ciudadanía reclamaría otros contenidos para la actualización. Sobre esta base, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez han pactado un escenario de reforma.

La reforma debe ser aprobada por una mayoría de dos tercios de las Cámaras y ello exige un acuerdo que supera a los dos partidos que han pactado la reforma. La Comisión creada en el Congreso no parece tener un mandato claro ni una perspectiva evidente, según sus propios protagonistas.

Esa comisión debería alumbrar un acuerdo político básico sobre la finalidad y el contenido de las reformas, susceptible de ser traducido jurídicamente en un proyecto articulado que pudiera ser debatido en las Cortes Generales.

 

El valor devaluado del consenso

Las voces más radicales del cambio constitucional, las populistas, recelan del consenso. “El cielo no se asalta por consenso” se ha dicho en algún mitin; mientras el populismo nacionalista ha demostrado la falta de respeto a las reglas para impulsar cambios.

El devaluado papel del consenso obliga para una reforma constituyente, en el marco de cambios que se deseen estables, a obtener mayorías políticas que reconstruyan el fragmentado mapa politico español. Mientras esto no ocurra, corremos el riesgo de pasar de la Constitución a la Virgen, sin perspectivas de cambio constituyente.