JUEVES SANTO Y SÁBADO DE GLORIA

Días de fe: 'Empalaos', costaleros y 'manolas'

La Semana Santa  reúne, como todos los años, el sentimiento de fe católica más  ferviente en nuestro país. Estos días, además de los pasos, se pueden  presenciar las penitencias o actos de ‘empalaos’, nazarenos, costaleros o ‘manolas’, protagonistas de unas fiestas de recogimiento y devoción

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photo_camera 'Empalao' en Valverde de la Vera, Cáceres. / ED

Durante las noches del Jueves Santo y del Sábado de Gloria, en Valverde de la Vera, Cáceres, los ‘empalaos’ recorren sus calles en una solemne tradición , declarada de Interés Turístico Nacional. Su origen se remonta al siglo XVI, aunque el acto en sí ha ido cambiando con el paso de los años, tal y como explica José Luís Casado, presidente de los Hermanos Empalaos, antes Hermanos de la Disciplina,

“Es algo duro por la sensación de opresión que se siente, pero hace años era mucho peor. Se les fustigaba y azotaba mientras realizaban el recorrido.  Ahora el momento más arriesgado es el de desvestirse. Es importante que se haga rápido y que el ‘empalao reciba masajes con alcohol para activar la circulación”, comenta Casado, quien salió con 22 años como ‘empalao’ y admite que sintió “una gran satisfacción”.

Descalzos, con un timón de arado, un mástil  y dos espadas  sujetos a la espalda y un velo que cubre una corona de espinas, los ‘empalaos’ recorren el viacrucis por las calles de la localidad en silencio y soledad, acompañados únicamente de su cirineo, quien oculto por una manta, le alumbra y socorre en caso de caída.

“Es una penitencia que se hace reflexionando y que puede hacer quien quiera, de forma anónima. No se sabe quién va a salir, ni porqué. Normalmente son promesas por enfermedades o nacimientos”, explica Casado.

El jueves santo suelen salir unos 25 ‘empalaos’ en Valverde de la Vera,  aunque el número puede varias de año en años. “En ocasiones han salido más de 40’, afirma Casado, quien también explica que se puede repetir la penitencia cada año, incluso pasarla a los hijos o nietos. “Las mujeres también pueden ser ‘empalás’, pero por el momento no lo ha hecho ninguna”, apunta.

‘Manolas’

Aunque es llamativo ver a mujeres empeñando ciertos ‘papeles’ en las procesiones, hay una figura muy representativa que guarda un lugar privilegiado para las devotas féminas que ‘lloran’ la muerte de Cristo desde hace décadas, cuando tenían prohibido salir de ‘capuchón’: las ‘manolas’ o ‘mantillas’.

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Laura Hernández, una joven de 26 años, es una de ellas, y vestida de riguroso luto, acompaña al paso de la Hermandad de Nazarenos de Jesús Redentor ante Caifás y Nuestra Señora de La Estrella, en Ávila, donde la Semana Santa es de Interés Turístico Internacional.

“La Semana Santa  es la semana más bonita y especial del año. Esto hay que vivirlo y sentirlo. Desde pequeña he mamado esto y salía como nazarena. Ahora salgo como ‘mantilla’, con la bandera de la Virgen de La Estrella, la Virgen Morena, de esencia Sevillana”, comenta orgullosa la joven abulense.

Rosario en mano o llevando algún estandarte, las ‘mantillas’ procesionan por las calles de centenares de localidades españolas con semblante serio y vestidas de negro, con peineta y mantilla. El acompañamiento que realizan estas fieles puede suponer también, todo un esfuerzo económico, pues su vestimenta sueles ser muy costosa. A pesar de ello, María prefiere “dejar de lado” ese aspecto, puesto que según ella, nadie va  a lucirse a la penitencia.

“Cóctel de emociones: pasión, alegría, tristeza, respeto”

En una de las ciudades en las que la Semana Santa se vive con mayor fervor, Málaga, el joven Rafael Cruz sale como hombre de trono o costalero, llevando a sus hombros al Cristo Coronado de la cofradía de Los Estudiantes. Un acto que le provoca muchas sensaciones y un “gran sentimiento de responsabilidad”, según explica.

“El primer año que decidí sacar el Cristo estaba muerto de miedo, ya que no era consciente de la gran responsabilidad que suponía cargar a hombros un trono, pero ese miedo se disipó en cuestión de una hora, gracias a la ayuda de los grandes hombres de trono que me ayudaron.  Se forma un cóctel de emociones: pasión, alegría, tristeza, respeto”, dice el joven de 22 años.

Para finalizar, Rafael admite que tras un tiempo cargando el paso, se comienza a sentir un ‘gran picor en el hombro’, que se olvida, según él “al mirar al Cristo. “Lamentarse no sirve para nada”, apunta. “Son momentos grandiosos”.