Quemar las calles: El bulo que incendió Lavapiés

 

El pasado jueves murió de un infarto por una enfermedad congénita el mantero senegalés Mame Mbaye. Pero en la era dorada de la información, que no de la verdad, corrió el bulo de que fue la policía quién causó su muerte tras una persecución.

 

Imágenes de los disturbios en Lavapiés
photo_camera Imágenes de los disturbios en Lavapiés

El pasado jueves, hace una semana, murió de un infarto por una enfermedad congénita el mantero senegalés Mame Mbaye. Pero en la era dorada de la información, que no de la verdad, corrió el bulo de que fue la policía quién causó su muerte tras una persecución. La palabra racismo tardó cinco minutos en salir a la palestra. El capitalismo, tres minutos.

“Esta noche ha muerto Mmame Mbage, perseguido por la policía”, tuiteó Monedero, cofundador de Podemos, a las 23:49 del jueves con el cadáver todavía literalmente caliente. Dos mentiras en una: murió por la tarde, y murió por causas naturales. Rommy Arce, concejala de gobierno de Madrid, fue más rica en matices: “Los ‘nadie’ víctimas de la xenofobia institucional y de un sistema capitalista que levanta fronteras interiores y exteriores. El pecado de Mmame ser negro, pobre y sin papeles.”. El capitalismo también entró en juego. Ambos tienen ya una querella del sindicato Unión de Policía Municipal por un presunto delito de odio.

Incluso la concejala coruñesa de Marea (satélite de Podemos) Rocío Fraga se quiso unir a la fiesta. No sabría explicarles, ya me disculparán, a qué se dedica su concejalía. Pero quizás la recuerden por sus desmedidos ataques contra Amancio Ortega e Inditex. Insultar al principal motor de creación de empleo de la provincia quizás no sea la mejor política económica. Fraga se sumó también al bulo y criticó el “racismo institucional” al que culpaba de la muerte del mantero senegalés. Nada más reaccionario que hablar con conocimiento de causa. Y nada es más irrespetuoso, creo, que utilizar y manipular la muerte de un ser humano.

Pero esa es la esencia de Podemos. La agitación. Su escuela fue la calle. Pero también su tesis, y siguen poniendo en práctica sus enseñanzas. Incendiar, caldear los ánimos, especialmente recurriendo a la mentira, a la desinformación. El tuit rápido, veloz, falaz, cuando no mentiroso. Ese es su arte. En eso son los mejores. Y también unos incendiarios irresponsables. En los disturbios de Lavapiés hubo heridos y detenidos, y pudo no quedarse ahí la cosa. Pero no les importó en absoluto.

Han venido a las instituciones a vaciarlas de contenido y a desprestigiarlas. Porque, en palabras de su líder, “la política de verdad se hace en la calle y en los platós de televisión”. Y en ese ambiente se mueven. El trabajo del día a día es harto cansado, mucho mejor los incendios esporádicos. Si arde Galicia, la culpa es de una ley de montes inventada. Si muere un inmigrante ilegal por causas naturales, la culpa es de la policía y del capitalismo. El bulo, la mentira, son sus armas. Pero lo aterrador no es eso, lo que pone los pelos de punta es que usan esas herramientas porque consideran que es demasiado fácil fácil manipular a sus audiencias. De lo contrario no se atreverían a rebajar tantísimo el listón de sus infames mentiras.

No hay tanto romanticismo en una PNL madrugadora como en un cóctel molotov al atardecer. Porque uno siempre vuelve al lugar donde fue feliz: a rodear la sede del PP tras el fatídico 11M (politizar el dolor venía de serie), a los escraches a Rosa Diez o Cristina Cifuentes, a las plazas del 15M. Qué lenta y qué tediosa es la democracia. Y qué sugerente el contenedor ardiendo.

“Hay que quemar las calles”, decían, valientes. Si eso hacen con las calles de una ciudad en la que gobiernan, como es Madrid, qué cabe esperar. Si lo contamos fuera, ciertamente, no nos creen.

Pero para que no se hable de aquella chispa adecuada, de aquel bulo incendiario, esta semana, raudos, presentaron en el Parlamento una proposición para despenalizar el top manta. Lástima que no coincidiese el mismo día un acto a favor de la cultura o el comercio local. Qué estampa: defender a la vez a los piratas y a los pirateados. Hay días en que uno hasta les admira.

Después de esto vendrá los próceres políticos y mediáticos del pensamiento único a preguntarse por el descontento de las clases populares con la izquierda. Les extraña, normal, que no les voten los que viven en las calles que quieren calcinar. Un misterio.

Hay quien sólo quiere ver el mundo arder. Algunos se conforman con eso. Otros prefieren prender el fuego que haga arder las calles. Aunque sean sus calles. @mundiario

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