MORTALIDAD Y NIVEL DE RENTA

No somos iguales para morir, si somos mayores

Pueblo rico o pueblo pobre. Para la mortalidad infantil las diferencias han desaparecido, no así para los mayores.

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photo_camera Tanatorio Sur de Madrid (ESTRELLA DIGITAL)

Estrella Digital

En Estrella Digital ya les hemos contado en algún momento que tampoco para morir somos iguales. Lo hacíamos en relación con la brecha de género. También intuíamos que no se muere igual si no se vive igual. Algo que todo el mundo supone pero que, de vez en cuando, algún estudio nos lo cuenta.

Depende si el municipio en el que Usted vive es rico o pobre – y de su edad- se morirá antes o después: es lo que hay. Y no queremos ser agoreros

Las mejoras en mortalidad en función de nivel de renta es lo que ha encontrado la profesora Libertad Gonzalez y cuenta en un trabajo publicado en el blog de economía Nada es Gratis. Libertad González es profesora de Economía en la Universidad Pompeu Fabra. con intereses profesionales en temas relacionados con la familia: fertilidad, divorcio, oferta laboral femenina, y efectos de políticas públicas.

En el citado trabajo documenta la evolución en el tiempo de las tasas de mortalidad a nivel nacional por edad y sexo confirmando una importante caída en todos los grupos de edad.

Entre los niños varones de 0 a 4 años, la tasa de mortalidad cayó a menos de la mitad entre 1990 y 2010 (de 9 a menos de 4 por 1,000). Una caída similar se observa para los jóvenes y los adultos, mientras que los resultados son un poco menos importantes los mayores de 50 años.

En todos los grupos de edad, la mortalidad es más baja entre las mujeres, aunque la brecha es más pequeña entre los menores de 5 años. Durante los veinte años que analiza el estudio, se observa una reducción en la brecha de género en todos los grupos de edad, al ser la caída más pronunciada entre los hombres. Entre los adultos (de 20 a 49), la tasa de mortalidad masculina casi triplicaba a la femenina en 1990, una diferencia que se ve sustancialmente reducida en 2010.

Un dato que quizá contradice otras percepciones es que en el periodo de llegada de la crisis económica – entre 2005 y 2010 – no se produce ningún cambio de tendencia.

El siguiente paso que aborda la investigación es el cambio de salud que se produce entre municipios en función de variables que sean indicadores de renta o nivel socioeconómico medio. Los resultados son similares si se mide la renta municipal, la poblaciónnque no ha completado la educación secundaria o el desempleo. Dicho sea de paso, la profesora constata algo que también intuíamos: la proporción de población con educación secundaria está muy correlacionada con el nivel de renta medio del municipio.

Así pues las tasas de mortalidad, según nivel de renta, ofrecen datos relevantes. Se observan las importantes caídas en la mortalidad, para todos los grupos aunque en menor medida para las mujeres adultas y mayores.

Con respecto a la desigualdad en mortalidad, la salud de la población (joven) es parecida en los municipios ricos y en los pobres, es decir, no se observa apenas desigualdad en mortalidad por nivel socioeconómico del municipio.

Esto no es así para la población mayor: la tasa de mortalidad de los y las mayores de 50 años es más alta en los municipios menos prósperos. Sin embargo, no ha habido grandes cambios en la desigualdad en este grupo de edad.

La mortalidad infantil ha caído más en los municipios más ricos, afirma la profesora de la UO.

Como conclusión, el estudio detecta una importante desigualdad en las tasas de mortalidad de las personas mayores en España, entre los municipios de menor y mayor nivel socioeconómico. Entre los hombres mayores de 50 años, la tasa de mortalidad es menor a 110 por 1,000 habitantes en el grupo de municipios de nivel socioeconómico más alto, mientras que supera los 150 en el otro extremo de la distribución.

También encontramos que las tasas de mortalidad para grupos de edad más jóvenes no varían con el nivel socioeconómico del municipio. Dado lo que sabemos sobre la persistencia de la salud infantil en la edad adulta, afirma la profesora González,  esto nos podría llevar a ser optimistas sobre la evolución de la desigualdad adulta en el futuro.