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"Soy española y no me permiten entrar en Israel"

Belén Habboob Martos, estudiante granadina de traducción e interpretación de árabe e inglés, tiene prohibida la entrada en Israel desde el pasado mes de diciembre hasta dentro de cinco años, sin motivo justificado.

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photo_camera Belén Haboob en su primer viaje a Israel/ Estrella Digital

Estrella Digital/Marta de la Fuente

La prohibición tuvo lugar en diciembre del 2016, cuando Belén, española de ascendencia palestina, quiso visitar por segunda vez algunas ciudades de Israel, aprovechando su estadía como estudiante en Jordania.

“Decidí viajar con una amiga finlandesa y con un chico español, durante catorce días por Israel. Yo ya había estado en algunas ciudades, pero quería visitar otras aprovechando que estaba muy cerca de la frontera. No podía imaginar que me harían perder un viaje y mucho dinero, además de hacerme sentir humillada y por otro lado, abandonada por mi Embajada”, explica Belén.

Su frustrado viaje encontró su fin en el paso fronterizo de El Puente de Husseino Allenby, a casi 60 kilómetros de Ammán, donde Belén presentó su pasaporte, al igual que sus compañeros y exactamente igual que hizo cuando visitó por primera vez territorios israelíes. Sin embargo, esta vez no tuvo tanta suerte, pues fue retenida varias horas en la frontera para obtener una denegación de entrada a Israel vigente para los próximos cinco años.

 

Retenida en la frontera

“Llegamos al paso fronterizo a las 09.00 horas. Pasamos nuestras maletas y después nosotros por el primer control, donde nos pusieron una pegatina de color azul en el pasaporte, y llegamos al segundo control. Acto seguido pasamos al siguiente, donde hay que responder a una serie de preguntas y donde empezó mi asombro e inquietud”, relata la joven de 21 años de edad.

Cerca de millón y medio de personas pasan al año por esta fronterajordano-israelí, punto designado para la entrada y salida de palestinos residentes en Cisjordania y para turistas. Está compuesta por varios controles y su horario es bastante restringido, pero a pesar de ello, es un punto afamado por la ‘facilidad’ de entrar a Israel, en comparación con otros.

Belén comenzó a contestar las preguntas de un policía en el tercer control, donde se inició todo un interrogatorio centrado en el apellido de BelénHabboob, de origen palestino. Ese fue el detonante para comenzar una serie de cuestiones infundadas.

“Les expliqué que mis padres y yo somos españoles, aunque mi apellido es de origen palestino. Me preguntó por el propósito de mi viaje y le expliqué que era turismo y que desde Tel Aviv volaría hacia España. Me dio una hoja que tuve que rellenar y esperé una hora hasta que me volvieron a llamar para responder a muchas más preguntas. Después me metieron en una habitación con una policía, que empezó a preguntarme gritando si conocía a alguien en Palestina o si tenía familiares allí. Dije que no muchas veces y ella me advirtió, con tono amenazante y acusándome de ocultar información, que no me iba a dejar entrar si mentía”, detalla Belén.

A partir de este momento, en el que la joven estudiante confiesa que sintió “mucha rabia e impotencia, pero no miedo”, los agentes de migración le cambiaban de habitación en habitación avasallándola con insinuaciones más que con preguntas durante horas.

“La responsable de migraciones me dijo, acompañada de otras dos personas,que tuviese mucho cuidado porque aquello no era una broma. Me presionaban para que dijese que había mentido y que tenía familia allí, ¡o no sé qué diablos querían oír¡ Además, me pidieron el móvil para inspeccionarlo un buen rato. Insistían en si había estado en la ciudad de Ramallah –Palestina-, porque vieron que en el itinerario de mi primer viaje a Israel, cogí allí un taxi para ir a otra ciudad. También supieron que había visto una película sobre un pueblo muy revolucionario. Entonces comenzaron a llamarme mentirosa a gritos y me dijeron que tenía terminantemente prohibida la entrada a Israel, desde aquel momento hasta pasados cinco años”, explica.

Belén, quien asistía atónita a su denegación de entrada en Israel sin un motivo claro, tuvo que recoger su maleta e ir, acompañada de un militar, hasta la parada de un autobús de vuelta a Ammán, mientras sus amigos iniciaban su viaje sin ella. Una vez rompió a llorar “por la impotencia” preguntó quién pagaría todo el dinero que había gastado en las reservas de hoteles en Israel, vuelo de vuelta a España y traslado hasta la frontera. La respuesta fue muy clara: “Tú misma”.

El amable militar que custodió a Belén le recomendó ir a la Embajada Israelí en Jordania, donde tampoco le permitieron la entrada. Por ello, la joven granadina se decidió a acudir a la Embajada de España. Allí, ni le solucionaron el problema, ni le defendieron como ella esperaba.

“Me sentí muy decepcionada y abandonada por mi embajada. Con mucha rabia porque nadie haga nada y porque mi país tenga relaciones cordiales con un Estado genocida y que viola los Derechos Humanos y las resoluciones impuestas por la ONU”, finaliza decepcionada Belén.

La historia de esta joven en frontera israelí es la que viven miles de personas al año, especialmente desde que gobierna la formación más derechista en la historia de Israel, bajo el liderazgo de Netanyahu.  El likud aprobó a principios de este mes una enmienda que impide la entrada a los extranjeros “que llamen al boicot de Israel”, con lo que se permiten restringir la entrada a diestro y siniestro.

Además, por primera vez en la historia, una agencia de la Organización de Naciones Unidas ha acusado a Israel de imponer un "régimen de segregación" al pueblo palestino, tras presentar un informe en el que se afirma que "Israel ha establecido un apartheid que somete al pueblo palestino en su conjunto

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