La sombra del yihadismo ensombrece Reino Unido una vez más. Anoche, en pleno concierto de la artista norteamericana Ariadna Grande, una bomba explotó en el vestíbulo que une el estadio del Manchester Arena con la famosa estación de Victoria.
El ataque terrorista tuvo lugar en torno a las 23.30 horas, cuando finalizaba el concierto y la salida que conduce a la estación de tren estaba abarrotada. Las autoridades británicas ya han afirmado que hay 22 muertos y unos 60 heridos en los hospitales de Manchester. Muchas de las víctimas son niños, que acudían a la actuación de esta popular cantante norteamericana.
También se ha confirmado que el ataque ha sido perpetrado por un sólo hombre, aunque de momento no se conoce si actuaba por su cuenta o si seguía instrucciones. Ningún grupo ha reivindicado el atentado, pero según informa la agencia Reuters, el DAESH ha celebrado el terrible ataque en sus redes sociales.
La primera ministra británica, Theresa May, que ha calificado el atentado como un "atroz ataque terrorista", presidirá una reunión del comité de emergencias Cobra este martes por la mañana para abordar el suceso con miembros del Gobierno y altos cargos de las fuerzas de seguridad e inteligencia. "Han querido atacar a los más vulnerables para propagar el miedo pero no van a triunfar", ha afirmado May.
A falta de tres semanas para unas elecciones claves en Reino Unido, la líder del Partido Conservador anunció además que suspenderá los próximos actos de la campaña para los comicios generales adelantados al 8 de junio.
Tras notificarse dos explosiones consecutivas, los servicios de emergencia, junto con numerosas ambulancias, se desplazaron a los alrededores del estadio, en el que se habían agotado todas las entradas para escuchar a la cantante. Las víctimas fueron trasladadas a seis hospitales de la zona.
"Rota. Desde el fondo de mi corazón, lo siento mucho. No tengo palabras", afirmó la estrella del pop en un mensaje de Twitter.
Reino Unido está siendo una de las presas favoritas del terrorismo de corte yihadista, desde que el 7-J de 2005 una serie de ataques coordinados en transportes públicos sembrara el pánico en Londres.
