Asumen la consigna del Gobierno de no pronunciarse sobre la manifestación antirracista

La comprometida posición de los dos únicos consejeros musulmanes tras la marcha del 28-F

Ambos políticos han tomado esta mañana posesión de sus cargos como consejeros de un Gobierno que ha evitado pronunciarse sobre la multitudinaria manifestación del 28 de febrero
Yamal Dris y Dunia Mohamed (C.A.)
photo_camera Yamal Dris y Dunia Mohamed (C.A.)

Dunia Mohamed y Yamal Dris han escenificado en la toma de posesión de sus cargos sus primeras concesiones personales al Partido Popular, desoyendo a seis mil voces que han salido a la calle clamando por la convivencia en esta ciudad y rechazando toda postura o señal racista y discriminatoria.

Si hablamos de dignidad no se deben hacer concesiones. No es de buen gobernante. Decía José Saramago que la dignidad no tiene precio, que cuando alguien comienza a dar pequeñas concesiones, al final, la vida pierde su sentido.

No tiene sentido que los políticos, sean musulmanes o no, ni se inmuten con estas demostraciones de participación del pueblo en la vida pública.

La manifestación tuvo lugar el 28 de febrero y hasta el 2 de marzo, y obligado por las preguntas de los periodistas, en una comparecencia, el Gobierno del Partido Popular no se pronunció. Una escueta frase del portavoz “efectivamente, hubo gente” fue el resumen de todo lo ocurrido. Triste.

Está feo que el PP mire para otro lado frente a la petición de una parte de la población de vivir integrada y en paz. Indigna que haya gobernantes a quienes les estorbe el principio de soberanía popular. Y ya hay quien dice que el silencio cómplice de Dunia y Yamal, que han aceptado cómodamente sus nuevos cargos en el Gobierno, será como una pesada losa que tengan siempre que arrastrar.

Los populares parecen haber asumido el concepto que marcó la época del despotismo ilustrado aplicando el conocido lema “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” como si estuviéramos a finales del siglo XVIII. Un autoritarismo que es completamente extemporáneo. Una manera de gobernar inaceptable que da la espalda a una digna representación de una comunidad que se está mostrando muy reivindicativa porque se siente insultada y molesta.    

      

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