En la cabeza de Vox

Vox ha agitado la hasta ahora pacífica vida parlamentaria ceutí con un argumentario básico que identifica al resto de fuerzas políticas como un enemigo único al que se le atribuye el propósito inconfesable de "marroquinizar" la ciudad.

verdejo redondo reportaje
photo_camera El portavoz de Vox, Carlos Verdejo (CEDIDAS)

La ruptura del acuerdo que Vox mantenía con el PP en Ceuta para sostener el Gobierno del presidente de la Ciudad, Juan Vivas, coincide con la instauración en la Asamblea de un clima político irrespirable. Después de que los conservadores y la extrema derecha pusieran fin a su idilio –escenificado en el apoyo del PSOE a los Presupuestos de los populares en el pleno de noviembre del pasado año- los enfrentamientos entre diputados se han convertido en una triste rutina.

Vox, descabalgado de las parcelas de poder que llegó a atesorar gracias a su pacto con el PP, ha dado instrucciones a sus diputados para que sean inflexibles en la defensa de un ideario que, más allá incluso de programa nacional del partido, tiene un carácter marcadamente “autóctono”. El argumentario de la extrema derecha ceutí, con el que su grupo parlamentario en la Asamblea pretende dar coherencia a todas sus intervenciones, se asienta sobre tres pilares: 1) el resto de fuerzas políticas constituye un frente común, 2) ese enemigo homogéneo orquesta coordinadamente todas sus acciones para dañar a Vox y 3) el fin último del plan alumbrado por el concierto de todos estos adversarios es conseguir la “islamización” de Ceuta y, en último término, entregar la ciudad a los apetitos anexionistas de Marruecos.

Este conciliábulo de intereses contrarios a Ceuta y la patria constituye la versión caballa del “consenso progre” que tanto gustan de sacar a relucir los dirigentes nacionales de la formación de ultraderecha.

Los poco edificantes espectáculos que a lo largo de todo el año se han ido sucediendo en la Asamblea, con el portavoz de Vox, Carlos Verdejo, en el centro de todos ellos, constituyen una novedad en la política local. Lejos quedan las encendidas discusiones que, cada tanto, enfrentaban desde sus escaños al presidente Vivas y al diputado de Caballas, Juan Luis Aróstegui. En comparación con lo que hoy sucede en la Cámara ceutí, aquellos rifirrafes no son sino refinados juegos aristocráticos de salón.

 

Todos unidos

La tesis de la extrema derecha ceutí de que el conjunto de las fuerzas políticas ceutíes mantiene una coordinación en la acción y conforman, a fin de cuentas, un grupo homogéneo destila un aroma que puede rastrearse en muchas de las aseveraciones sostenidas por el portavoz de Vox en la Asamblea. Según Verdejo, PP, PSOE, MDyC y Caballas mantienen idénticas políticas fraguadas en el entendimiento de los populares con quienes, a su juicio, no pueden negar su condición de “socialcomunistas” y “promarroquíes”.

Esta supuesta unidad en la acción y la intención la observa Verdejo, por ejemplo, en el apoyo generalizado del resto de fuerzas a las políticas contra la violencia de género (“¿Por qué niegan la violencia entre parejas maltratadas, la de los hombres que son maltratados por sus mujeres; la violencia no tiene género”, ha llegado a sostener en la Asamblea) o, más recurrentemente, en el respaldo que todas ellas ofrecen a las subvenciones concedidas a las organizaciones humanitarias.  El presidente del partido y diputado, Juan Sergio Redondo, ha llegado a calificar a asociaciones como Elín, Samu, Mujeres Progresistas, Andalucía Acoge y Digmun como  “propagadoras de la ideología de género” y “fomentadoras de la inmigración ilegal”. Cruz Roja también ha merecido la reconvención de la ultraderecha por su proyecto de intervención social en Hadú y La Almadraba. La concepción que la extrema derecha local tiene de las oenegés musulmanas merecería capítulo aparte.

 

Todos contra Vox

Este supuesto concierto de voluntades de los grupos políticos en la Asamblea está dirigido, según el imaginario de Verdejo y Redondo, contra la formación de la cual son dirigentes. La atribución de una pretendida actitud beligerante de inicio contra Vox quedaría explicada por el propósito último que todos estos partidos albergan: la inequívoca intención de ordenar todos sus movimientos a, llegado el día, entregar Ceuta a Marruecos.

De esta manera, Vox “marroquiniza” a sus adversarios, un expediente muy conveniente para poder acusarles, a su vez,  de “marroquinizar” la ciudad.

Verdejo tiene a los diputados Fátima Hamed y Mohamed Alí como principales destinatarios de sus invectivas. Puede decirse que el parlamentario de la extrema derecha les ha dicho de todo. “Usted no se atreve a condenar a Mohamed VI, lo que revela sus lealtades”, le espetó a Alí en un pleno. “A ti hay que echarte a Marruecos”, sentenció más recientemente durante una disputa con Hamed.

El origen, sin embargo, no determina la voluntad “marroquinizadora” que Vox atribuye a sus oponentes. He aquí un ejemplo de una de las reflexiones que Verdejo tuvo a bien compartir con sus compañeros de la Asamblea: “Hamed y Alí son promarroquíes disfrazados bajo vivas a España, pero hay promarroquíes que no son musulmanes: en el PP también se encuentran promarroquíes y quintacolumnistas”. Un reproche que también se hace extensivo al PSOE.

Los enemigos de Vox no se limitan solo al ámbito parlamentario. Su nómina de damnificados incluye también, entre muchos otros, a los medios de comunicación (“prensa manipuladora”), al Consejo de la Juventud (“socialcomunistas”), al sindicato Comisiones Obreras (“ya sabemos quiénes son CCOO en esta ciudad”) e, incluso, a la Universidad de Málaga, a la que los ultraderechistas no dudaron en criticar por su estudio para  la prevención de la delincuencia infantil y juvenil entre los menores no acompañados.

 

Al servicio de Marruecos

Carlos Verdejo expuso en la última sesión ordinaria del pleno de la Asamblea –donde se volvieron a registrar enfrentamientos entre diputados que acabaron en los noticiarios de las televisiones nacionales- el más acabado ejemplo de la teoría de la “traición” que maneja su partido. El portavoz de Vox acusó a Vivas de haber promovido un “experimento social” fallido concebido para convertir Ceuta en una ciudad marroquí. El diputado no supo precisar las claves del complot ni las añagazas ideadas por el presidente ceutí para lograr la entrega incruenta de la ciudad a Mohamed VI. Aunque apuntó a dos de las armas con las que se había pensado ejecutar el diabólico proyecto: Ceuta llegaría a manos de Marruecos gracias a las regularizaciones de las viviendas en situación ilegal aprobadas por el Gobierno local, un ardid que se apoyaría en la concesión de subvenciones a asociaciones como Al-Idrisi o Luna Blanca, entidades en las que Verdejo no tiene ningún tipo de confianza.

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