La política local ha experimentado en apenas tres años un espectacular giro cuyo desenlace todavía está por conocer

Historias de partidos y porteros

Los diputados por Ceuta elegidos en las urnas en las elecciones de 2016 y 2019, el popular Juan Bravo y el socialista José Simón, tenían algo en común: ambos fueron porteros. 

Juan Bravo (izqda.) y José Simón (C.A.)
photo_camera Juan Bravo (izqda.) y José Simón (C.A.)

En ocasiones, el destino hermana a los diferentes por caminos inesperados.

 

Los porteros

Juan Bravo, político popular elegido diputado al Congreso en 2016, pasó parte de su juventud bajo el travesaño de una portería de fútbol sala. Jugador profesional en la máxima categoría de este deporte, Bravo no podía imaginar que acabaría cediendo el relevo como representante de Ceuta en la Cámara Baja a otro portero.

El socialista José Simón, diputado elegido en las urnas el pasado 28 de abril, también dedicó no pocas horas de sus años de mocedad viéndolas venir mientras custodiaba una portería no muy diferente a la que tan familiar le resulta a su predecesor en el escaño. Lo suyo, sin embargo, era el balonmano, deporte que practicó en las filas del club almeriense Ave María de la Quinta, en la 2ªB nacional.

No consta que Kissy Chandiramani, que sustituyó en el Congreso a Bravo durante apenas unos días antes de la disolución de las cámaras, haya tenido inclinaciones atléticas parecidas. Ni siquiera como lateral derecho.

Esto de la portería tendrá que ser, seguramente, una metáfora: el último hombre, aquél que, con una parada prodigiosa, redime a sus compañeros de equipo en el último segundo del partido, el que observa el campo de juego desde una perspectiva privilegiada…

En 2016, Bravo detuvo la sangría de votos que apenas un mes antes, y aun ganando las elecciones por mayoría absoluta, había sufrido su compañero de filas Juan Vivas en las elecciones municipales. Como quien para un penalti en el momento decisivo, Bravo se convirtió en el candidato más votado de España.

Tras abandonar la portería para convertirse en consejero de Hacienda de la Junta de Andalucía, el equipo adversario empezó a espabilar. Para sorpresa de muchos, José Simón, un recién llegado a la política, se puso bajo los palos de la candidatura del PSOE a las generales celebradas el pasado abril. Sus antecesores, quizás desorientados por un error conceptual, habían ocupado la portería con la idea de que lo que se les pedía era recibir a los visitantes con un educado buenos días, pulir con cera las escaleras a diario y echar con cajas destempladas a los extraños después de espetarles con irritación: “¿Y usted a qué piso va?”.

Simón dio al PSOE la primera victoria que conseguía en unas generales desde 1989.

 

El partido

Tomados como referencia de la vida política ceutí desde 2016, puede decirse que los tiempos de Bravo fueron otros bien diferentes a los que habrá de vivir Simón.

En el terreno de juego nacional, el activo del diputado al Congreso ya no estará en manos del partido que regirá los destinos de la Ciudad. Bravo ejerció durante años como aquél que, llegado cada semana desde Madrid, justificaba el relato reiterado del presidente Vivas sobre la buena disposición del Gobierno de Mariano Rajoy hacia Ceuta o, en épocas más recientes, sobre la pésima actitud de Pedro Sánchez hacia la ciudad. Simón será, desde ahora, un antagonista.

Las consideraciones sobre la política local han de ser necesariamente otras. El PP ceutí post-Bravo es un partido rebelde, un carácter probablemente adquirido con esa segunda juventud que se regala a quien, como a Vivas, apenas unas horas antes se tenía por muerto.

Los populares de Vivas, en contra del mandato de su presidente nacional, Pablo Casado, no quieren saber nada de Vox. Casado, tras verificarse la desazón intelectual que le ocasiona no saber a ciencia cierta si el de Abascal es o no un partido de extrema derecha, ha ordenado a los suyos que se sienten con Vox para pactar gobiernos en ayuntamientos y comunidades autónomas. Y, finalmente, ha alcanzado un acuerdo para forjar gobiernos conjuntos allí donde los dos partidos sumen mayoría sin Ciudadanos. Ceuta es, a priori, uno de estos territorios. Pero Vivas, con su mayoría minoritaria de 9 escaños en la Asamblea sobre 25, no quiere aceptar esta imposición.

El veterano político popular se convierte así en una rara avis en su partido, aunque jugando con cierta ventaja: primero, su larguísima trayectoria en la formación conservadora; segundo, y probablemente más importante, la certeza de que, aun sin pacto, el PP gobernará la Ciudad. Ahora, recién iniciado el fin de semana, sigue esperando garantías de que el pacto nacional con Vox no compromete a los populares ceutíes.

Es aquí donde aparece la figura de Simón. Precedida de la llegada a la Delegación del Gobierno de la socialista Salvadora Mateos gracias a la moción de censura de Pedro Sánchez a Rajoy, la victoria en las elecciones del nuevo diputado por Ceuta contribuyó a acallar la jaula de grillos en la que se había convertido el PSOE local. Su secretario general y diputado electo a la Asamblea, Manuel Hernández, logró, con sus discutibles fichajes y entre críticas por su gestión del censo de militantes,  imponer su hegemonía aun a costa de la exclusión de un amplio sector del partido.

Ahora, bendecido por los resultados electorales, que procuraron a PSOE 7 escaños en la Asamblea, y beneficiado por la resistencia de Vivas a alcanzar pacto alguno con Vox, Hernández ha visto cercana la posibilidad de aumentar su influencia sobre el futuro Gobierno y fortalecer su poder sobre su partido.

 

Esperando la prórroga

El próximo día 15 se celebrará la sesión constitutiva de la Asamblea de Ceuta. A la espera de un pronunciamiento explícito de la dirección nacional sobre el alcance del pacto con Vox, el presidente Vivas sigue considerando como única salida la de buscar en el PSOE a un inesperado aliado en la tarea de sacar adelante las iniciativas de su Gobierno, una situación que el socialista Hernández parecía anhelar, al menos como mal menor, cuando en campaña se le escapó que no descartaba en absoluto llegar a acuerdos post-electorales con el PP. Aunque se corrigió poco después, aquel escenario que dibujaban sus declaraciones a los periodistas podría llegar a convertirse en realidad.

Si se da por sentado un futuro gobierno municipal sin Vox, tal y como insiste en defender el PP local, lo cierto es que todo queda fiado a la evolución de los acontecimientos. Quizá, avanzada la legislatura, Vivas acabe cambiando de opinión sobre la formación de Abascal, a la que ahora cree una amenaza para la convivencia. O puede que, firme en su decisión, haya de enfrentarse a las exigencias de Génova para procurar un acercamiento al partido del que abjuró durante toda la campaña. Pudiera suceder que, de darse esta última circunstancia, Vivas renunciara a su posición para dar paso a un compañero más inclinado a obedecer las directrices de Casado y menos picajoso con Vox. O, quién sabe, esto no llegue a ocurrir jamás.

Estas cosas no se saben hasta el pitido final.

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