“Si cuento con el apoyo de todos los españoles, espero venir a Ceuta como presidente del Gobierno”. Pedro Sánchez inflamaba con este compromiso a los militantes socialistas que el 15 de marzo del pasado año abarrotaban el salón de actos del Palacio de la Asamblea. En plena lucha intestina por el liderazgo del partido, Sánchez defendía su candidatura al cargo con invectivas a la comisión gestora que dirigía los destinos del PSOE tras su polémica destitución como secretario general.
Sus mensajes, aunque urdidos fundamentalmente en clave interna, estuvieron salpicados de guiños hacia el electorado en el que confiaba para asaltar la Presidencia del Gobierno y de referencias a Ceuta.
Las alusiones expresas de Sánchez a las políticas del PP en la ciudad se centraron en el urbanismo, la seguridad y el desarrollo del El Príncipe. Horas antes, el actual presidente del Gobierno había recorrido las calles de la barriada en compañía del secretario general del PSOE ceutí, Manuel Hernández. “Hemos de exigir que se habilite un plan integral para la barriada El Príncipe”, planteó desde la tribuna.
Sánchez también hizo alusiones expresas a la necesidad de impulsar el proyecto para la construcción de un vial entre el puerto y la frontera y la necesidad de reforzar los servicios policiales para garantizar la seguridad ciudadana.
Los ecos de las palabras del por entonces aspirante a la secretaría general del partido resuenan hoy, con Sánchez ya establecido en La Moncloa, como promesas cuyo cumplimiento comenzará a serle exigido.
“Hay que crear empleos allí donde no existen, como ocurre, por ejemplo, en Ceuta”, aseguró el socialista. “Las ratios en la ciudad están disparados”, se quejó antes de reclamar más inversiones en educación, el impulso de un pacto educativo y la derogación de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (Lomce). “El PP ha congelado las pensiones de por vida”, protestó.
Todo ello antes de aseverar que un futuro Gobierno socialista atendería a la preservación de la laicidad del Estado, estaría imbuido por una vocación federalista y mantendrían en primer plano una actitud ecologista. “Sí se pueden hacer políticas de izquierda”, sentenció.