El Partido Popular tenía a comienzos de junio del pasado año grandes planes para sus alianzas postelectorales. A comienzos de mes, el secretario general de los populares, Teodoro García Egea, anunciaba en rueda de prensa un principio de acuerdo entre PP y Vox para constituir gobiernos en aquellos ayuntamientos donde no resultara necesario el apoyo de Ciudadanos.
El plan afectaría a municipios madrileños y andaluces, entre otros. Y también a Ceuta. Sin embargo, la idea de gobernar con la extrema derecha disgustaba a los populares ceutíes. Nada más trascender el anuncio de García Egea, el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, salía a la palestra para advertir de que Ceuta no se incluiría en aquel acuerdo, pese a lo manifestado por el secretario general de su partido.
Los argumentos de Vivas ante la dirección nacional del PP no se alejaban mucho de los que había utilizado en público durante la campaña electoral. El presidente se resistía a configurar un Gobierno con miembros de un partido al que había llegado a definir como “una amenaza para la convivencia”.
En su rebelión, Vivas estuvo acompañado por el alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce. El regidor algecireño también rechazó suscribir acuerdo alguno con Vox y prefirió como socio de Gobierno a los concejales de Ciudadanos.
A este lado del Estrecho, sin embargo, Vivas acabaría variando de opinión con el transcurso de los meses.
Acosado por la resistencia de los populares ceutíes, García Egea acabaría variando el tono apenas cuatro días después. El secretario general del PP aseguró entonces, superado el incidente, que Vivas disponía de mayoría suficiente para gobernar en solitario.
Aunque formalmente eso fue lo que acabó sucediendo, lo cierto es que el PP fraguó acuerdos con el PSOE de Manuel Hernández para sostener un Gobierno que, de otro modo, habría sido inviable. Meses después, en contra de sus combativas declaraciones contra Vox durante la campaña electoral, el presidente de la Ciudad acabaría cambiando de socio y pactando con la extrema derecha, a la que, entre otras concesiones, cedió la silla de la Vicepresidencia Primera de la Asamblea.
La insistencia de García Egea no fue suficiente para conseguir que Vivas se aviniera a pactar con la extrema derecha. Sin embargo, y pese a lo dicho, meses más tarde Vivas acabaría abrazando con entusiasmo la tarea de pactar con Vox.
El acuerdo obliga, con todo, a arrostrar una serie de servidumbres que Vivas parece dispuesto a aceptar a cambio de permanecer al frente del Gobierno de la Ciudad. La manifestación contra el racismo y por la convivencia del 28 de febrero pasado, en la que más de 6.000 personas señalaron a la extrema derecha, constituyó el clímax de una arriesgada convivencia para el PP.
El sostenimiento del acuerdo ha forzado a los populares a convertirse con frecuencia en valedores de los diputados de Vox, a quienes son incapaces de censurar ningún tipo de declaración o comportamiento. El vicepresidente segundo de la Ciudad, Carlos Rontomé, trató incluso de pulir la imagen pública de la extrema derecha durante una rueda de prensa: “Vox ha suavizado su discurso”, señaló entonces. “El suavizante, solo para la ropa”, se apresuró a mofarse en las redes sociales el portavoz de Vox en la Asamblea, Carlos Verdejo.
El próximo 29 de junio, el PP deberá votar en el pleno de la Asamblea una propuesta de MDyC por la que se solicitará la destitución del vicepresidente primero de la Cámara, el diputado de Vox Francisco Javier Ruiz. La razón: su loa a los soldados de la División Azul, unidad creada por Franco para combatir en Rusia al lado de la Alemania nazi. Según Ruiz, aquellos españoles que lucharon como aliados de los nazis fueron “héroes”.
