Es cierto que Ceuta reúne unas características geográficas y de dotación de factores productivos singulares que no la hacen muy común con otros territorios, exceptuando la hermana Melilla, sin embargo goza de unas ventajas económicas y fiscales que la muestran atractiva desde el punto de vista de la implantación de empresas.
Pero, a pesar de lo anterior, a lo largo de los últimos meses, he podido ir constatando las trabas que existen en Ceuta para llevar a cabo una actividad empresarial. Y la falta de decisiones firmes y contundentes para superar estas trabas nos lleva a unos escenarios poco esperanzadores.
De este modo, el informe "Doing Business 2015-España", realizado por el Grupo Banco Mundial, nos sitúa en el penúltimo puesto de regiones españolas en cuanto a facilidad para abrir una empresa.
Además, si el hecho de crear una empresa en España es más lento y complejo que la media de la Unión Europea, en el caso de Ceuta nos colocan también en el penúltimo lugar del territorio español, empleando 30 días, solo superado por Melilla que necesita 35. Si a esto le añadimos que es más fácil obtener una conexión eléctrica en Catalunya —donde se necesitan 6 trámites, 107 días y el 235,7% de la renta per cápita— y más difícil en Ceuta —donde se precisa 9 trámites, 154 días y el 343,4% de la renta per cápita, cualquier empresa que pretenda implantarse en nuestra Ciudad se lo piensa dos y tres veces.
Desde mi modesto punto de vista, para cambiar Ceuta tienen que ir cambiando ciertas regulaciones que nos impiden avanzar hacia un desarrollo económico real, y ahí está uno de los pilares donde debe estar orientada la labor política en los próximos meses, que no debe ser otra que mirar y defender los intereses de Ceuta en aras a mejorar las condiciones de vida de todos los ceutíes. Mañana es tarde para cambiar Ceuta.
