Ceuta en el horizonte…

La política se vacía de contenido social, cuando desaparece el sentido común, cuando no existe cierto relativismo cultural que nos lleve a ponernos en la situación de los demás.  En este sentido, en general, jamás  debió imperar lo absoluto en el hecho político, la demostración de poder cuando representa, cómo no, también a los más desfavorecidos, conduce simplemente a pobreza mental.

panoramica vista ceuta

Por ello, un proyecto de ciudad tiene que basarse en las personas, para mejorar sus condiciones de vida. En primer lugar, hay que invertir en el desarrollo humano. En una segunda parte apostaremos por   lo urbano, sin olvidar iniciativas sostenibles,  en  las que  todas  y  todos   estemos  involucrados. La labor pertenece a todos: los políticos son los primeros responsables, además de equipos técnicos y de toda la sociedad ceutí.                                                                                                                                                      

En otro aspecto, cabría señalar la labor de muchas asociaciones, organizaciones e incluso pequeñas agrupaciones humanas que, muchas veces, se basan en objetivos propios y no se articulan en un plan de acción más amplio, restándole a la sociedad unos valores por los que nacieron.

El  primer  problema  del  que  habla  la  ciudadanía  es  la  falta, a veces, de  principios  de democracia. Los movimientos sociales no tienen sentido, si no aportan valores democráticos, si no comparten con el contrario. Los movimientos sociales nacen de inquietudes mínimas y se convierten en el discurso de muchas personas.

El segundo problema: el aspecto económico que impregna toda la estructuración de todos estos movimientos  y  sus  consecuencias  sociales. Además, sin olvidar, la interculturalidad definida como inclusión de sectores marginados. Y cabría preguntarse: ¿Han logrado los movimientos sociales un diálogo serio y sincero entre culturas o han creado nuevas formas de adaptación a la realidad?

 La construcción de una ciudad solidaria y humana nos lleva a indagar diversos terrenos y a buscar la información oportuna en otras latitudes, sobre todo, nos acordamos de ciudades europeas, que han hecho ya un largo recorrido en logros sociales, sin dejar atrás el estímulo económico de las empresas.

Haría falta sentar, alrededor de una mesa, a políticos, a representantes de movimientos sociales y a quien tenga una idea innovadora, que transforme la ciudad sin menospreciar a los más necesitados. Haría falta hablar de cosas pequeñas y sencillas, sin tanta abstracción, sin tanto tecnicismo. Los problemas cercanos tendrían soluciones inmediatas. Y aquí recobra valor la palabra “inmediatez”, esas actuaciones urgentes que alivian a las familias, a las personas. Así, los gobernantes abandonaron las ideas por las que lucharon y dejaron a su suerte a personas vulnerables. Nuestra ciudad, Ceuta, se ha convertido en un lamento.

Este proyecto de ciudad debe pertenecer a todas y a todos, mujeres y hombres. Y   debe llegar a eliminar ese “asistencialismo” sibilino vinculado a los votos. Todos los estamentos de la ciudad son conocedores de esta situación. No se trata de estar en contra de las ayudas, de las subvenciones o de los convenios. Se trata de insistir en todo lo que nos ha proporcionado la democracia. Habrá que preguntarse sobre muchos aspectos de la ciudad y, sobre todo, poner en tela de juicio todo el proceso de transparencia. Insistamos en elaborar códigos      de conducta claros. Y, para ello, deberíamos redactar normas y regular todo ese “asistencialismo”, que subyace en la relación entre una administración y las personas.

No hay nada mejor que la transparencia, pues la encomienda es gastar, por ejemplo, equis euros, pero cuando se gasten, habría que demostrar en qué. En este sentido, en esta ciudad, la gente sencilla reclama respuestas sencillas. Una “regulación” de las ayudas, de las subvenciones…como ocurre en muchos países europeos, encaminaría todo a una transparencia esperada.

 

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