El director del colegio de Benzú ha sido cesado para dar paso a otra persona sin más mérito conocido o documentado que gozar del favor del poder. Después de veintitrés años de servicio, sin incidente alguno, y contando con el apoyo de toda la comunidad educativa del centro, algún “ser superior” decide que “ya no vale”. Este hecho supone, además, una impugnación por parte de la administración de sus propios actos, si tenemos en cuenta que durante todo este extenso periodo, hasta seis inspectores han evaluado positivamente su labor. La coartada de camuflar esta arbitrariedad de un procedimiento administrativo es, además de una burla para todos, un acto de cobardía.
El sistema de “elección de director” es un concurso público al que pueden concurrir quienes reuniendo los requisitos quieran optar a ese puesto. La persona designada “a dedo” por el director provincial no participó en el proceso sencillamente porque no quiso. Si el proyecto del director cesado obtuvo un 4,65, el de la sucesora obtuvo un “no presentado”, lógicamente una nota inferior. No estamos ante el caso de que un proyecto sea mejor valorado que otro, sino en el que gana uno inexistente. Esto es lo que se llama en términos coloquiales (y que todo el mundo entiende) una canallada. Parece que los docentes de Ceuta estamos condenados a no salir nunca del pozo del autoritarismo, la arbitrariedad y la soberbia institucional.
