Vínculos sociales y terrorismo yihadista: un estudio que involucra a cinco jóvenes ceutíes

Una investigación del Real Instituto Elcano analiza el peso de los vínculos sociales sobre la implicación terrorista tomando una muestra de 44 jóvenes sometidos a radicalización yihadista, cinco de ellos ceutíes.

Agentes de la Policía en el transcurso de una operación antiterrorista en El Príncipe (C.A./ARCHIVO)
photo_camera Agentes de la Policía Nacional, en el transcurso de una operación antiterrorista en El Príncipe (C.A./ARCHIVO)

“Los lazos sociales que canalizan ideas y actitudes extremistas no necesariamente promueven conductas violentas”. Ésta es una de las consideraciones contenidas en el estudio “Vínculos sociales y terrorismo yihadista: ¿qué conduce de la radicalización violenta a la implicación terrorista?”, elaborado por el investigador del Programa sobre Radicalización Violenta y Terrorismo Global del Real Instituto Elcano Álvaro Vicente.

La investigación sigue las trayectorias de 44 jóvenes sometidos a radicalización yihadista en España entre los años 2012 y 2019, cinco de ellos residentes en Ceuta. Todos ellos iniciaron sus procesos de radicalización entre los 14 y los 17 años. 23 terminaron implicados en actividades terroristas.

Vicente se pregunta de qué manera los vínculos que estos jóvenes mantuvieron con activistas yihadistas determinaron su decisión de implicarse en actos violentos.  En su estudio, el investigador identifica las barriadas de El Príncipe, en Ceuta, y La Cañada de Hidum, en Melilla, como “puntos de alta concentración geográfica en la movilización yihadista” y apunta al trabajo que, a su juicio, todavía resta por hacer en las dos barriadas: “Si bien la acción policial ha sido intensa en ambas, lo que ha podido contribuir a menoscabar la consideración social de la yihad global entre sus poblaciones, siguen sin corregirse los problemas relacionados con la precariedad económica, la falta de infraestructuras, la segregación espacial y el bajo nivel educativo, entre otros”.

El estudio propone dar impulso a iniciativas sociales y educativas para evitar la consolidación de los contactos radicales. Vicente plantea trasladar experiencias ya desarrolladas en otros países europeos para el fomento entre jóvenes estudiantes de facultades socioemocionales que les proporcionen la capacidad de identificar las presiones grupales y resistirse a ellas. Además, invita a cualificar a progenitores, educadores, trabajadores de atención social y miembros de las comunidades locales en la detección de vulnerabilidades frente a los procesos de radicalización.

Los jóvenes que forman parte de la muestra utilizada para el estudio mantenían vínculos con activistas yihadistas, tanto en España como en Europa y Siria, y entidades dedicadas a la movilización yihadista, tales como comunidades virtuales o lugares de culto. Vicente subraya que la radicalización forjada en el ámbito familiar, los grupos de amigos o las relaciones sentimentales no necesariamente derivan en conductas violentas o ilegales sino que, según explica el investigador “pueden tener una orientación exclusivamente cognitiva”.

De hecho, el estudio confirma que aunque los vínculos sociales preexistentes desempeñaron un papel destacado en las fases iniciales del proceso de radicalización (“familiares y amigos actuaron así generando conciencia sobre la causa del yihadismo global”) su relevancia tendió a disminuir conforme avanzaba la disposición del individuo a pasar a la acción y se le abrían oportunidades para el reclutamiento.

Más allá, la investigación de Elcano sostiene que la proximidad social puede ser determinante para inhibir el deseo de los jóvenes a involucrarse en actividades terroristas. “Padres, hermanos mayores y parejas sentimentales actuaron tratando de impedir que se produjera la participación, bien por razón de la especial peligrosidad de algunas acciones (…) o por consideraciones de interés personal, como las de eludir las consecuencias penales que podrían derivarse de situaciones de negligencia parental”, escribe Vicente.