SERVICIO DE RADIOTERAPIA

La travesía de los enfermos

Decenas de ceutíes enfermos de cáncer y otros tantos familiares cruzan el Estrecho a diario durante semanas para recibir en Algeciras el tratamiento de radioterapia que no se presta en Ceuta. La dureza de estos viajes y el gasto económico que estos traslados entrañan han convencido a los afectados de su condición de ciudadanos de segunda. María Luisa Durán, como esposa de un paciente, y María Morales, enferma ella misma, narran sus experiencias para reivindicar la implantación del servicio de radioterapia en la ciudad. 

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photo_camera Fachada de la clínica Radon, en Algeciras/ C.A.

“Cuando tienes cáncer te alcanzan dos desgracias: la enfermedad y el barco”. Durante siete semanas, María Luisa Durán acompañó a su esposo enfermo de cáncer a sus sesiones de radioterapia. El tratamiento cuya aplicación resultaba necesaria para su curación había que buscarlo al otro lado del Estrecho.

El pasado marzo, la formación Caballas presentó ante la Delegación del Gobierno 6.000 firmas de ciudadanos para exigir la implantación de un servicio médico indispensable para la supervivencia de varias decenas de ceutíes cada año.

El Instituto de Gestión Sanitaria (Ingesa) ofreció su réplica a este movimiento. Según sus directivos, la aplicación del servicio de radioterapia a los ceutíes está garantizada. El Ingesa sostiene que, igual que sucede en otros lugares del país, basta con que los usuarios se trasladen al centro más cercano que, en el caso de Ceuta, se encuentra en Algeciras.

“Nos levantábamos temprano para coger el barco de las siete y media. Mi marido tenía cita a las nueve y diez. La sesión en sí duraba muy poco. Volvíamos a las dos de la tarde a casa. Si había temporal y llegabas tarde, tenías que esperar al último turno. Nos pasó una vez, y por el retraso y el temporal tuvimos que esperar cinco horas en el puerto hasta poder regresar”. María Luisa narra con precisión las duras condiciones en las que su marido hubo de recibir el tratamiento prescrito por los médicos. Pero ella y su esposo no son los únicos afectados.

Según algunas estimaciones, 80 ceutíes enfermos de cáncer han de viajar cada año a Algeciras para recibir sus sesiones de radioterapia en la clínica Radon. La cifra no alcanza la recomendada por la Sociedad Española de Oncología Radioterápica para la instalación de un servicio de radioterapia. Estas recomendaciones establecen que unas instalaciones sanitarias de estas características deben atender a un mínimo de entre 400 a 425 personas al año para justificar su implantación, esto es, para garantizar su rentabilidad.

“Primero te dicen que es cáncer, después te enteras de que para curarte tienes que dejar tu casa varias semanas, gastar un dinero que a lo mejor no tienes… Sólo pedimos una cosa que nos corresponde”, se queja María Luisa.

 

Retrasos en los abonos de las compensaciones

La administración sanitaria dispone de una serie de ayudas para los usuarios que deben acudir a tratarse de su enfermedad a Algeciras. El Ingesa abona el coste de los pasajes de barco y, además, ofrece una dieta diaria de 10 euros a la que se suma, en el caso de resultar preciso, otra de 15 euros para alojamiento. La Ciudad también ofrece una subvención de 9,60 euros.

El problema radica en que el enfermo ha de adelantar el pago de su dieta y de la correspondiente a su acompañante pues la media del tiempo de espera para el reintegro de estas cantidades oscila entre uno y tres meses. Excepcionalmente, y cuando se acredita no disponer de recursos, el Ingesa adelanta una parte de la cantidad correspondiente a estas compensaciones.

Las cuentas de María Luisa resultan reveladoras del esfuerzo económico que supone para un enfermo de cáncer ceutí acceder al tratamiento. La suma de los billetes de barco, el traslado en taxi desde el puerto a la clínica y una frugal comida antes de la vuelta a casa podía ascender a 80 euros diarios. Las 35 sesiones a las que hubo de someterse el marido de María Luisa elevaron la cifra a los 2.800 euros en apenas dos meses.

“Empezamos con el tratamiento el 24 de febrero y lo terminamos el 15 de abril. El dinero que habíamos gastado no se nos devolvió hasta mayo. Y lo hicieron a plazos, a lo largo de todo el mes”.

El director territorial del Ingesa, Fernando Pérez Padilla, reconoce la situación, originada, según explica, por la obligación de que todos los gastos del centro sean fiscalizados por los servicios de intervención. “Para proveer el gasto, el interventor ha de disponer del justificante –detalla Pérez Padilla- Y eso es una pescadilla que se muerde la cola: si tenemos los billetes, el interventor autoriza el abono;  si no, el interventor hace el razonamiento de que si a ese señor se le pagan los pasajes y luego no va, ése será un dinero que quede sin justificar”.

El responsable de la Dirección Territorial cifra entre uno y tres meses el tiempo de media que han de aguardar los pacientes para cobrar el dinero que hayan adelantado. Según Pérez Padilla, estos retrasos obedecen a la carga de trabajo que ha de soportar el personal del Ingesa. “Llevamos más de 1.000 expedientes tramitados, con un gasto de 200.000 euros. Pero es que aquí no se tramitan sólo expedientes de dietas. Es imposible hacerlo en menos tiempo con el personal que tenemos”, se queja el directivo.

 

Una casa en Algeciras

María Morales concluyó su tratamiento de cáncer hace unos dos años. Sus circunstancias personales no le permitían disponer de una persona que la acompañase durante 45 días hasta Algeciras para recibir su tratamiento. Además, a la enfermedad María debía añadir una precaria situación económica. “Todo fue para mí un palo. Yo trabajaba en el Ministerio de Educación, pero me despidieron. A los pocos meses me diagnosticaron la enfermedad. Así que me vi en el paro y costeando unos gastos que no podía afrontar”, recuerda.

María consiguió la ayuda de la Asociación Española contra el Cáncer, que facilitó su estancia en la casa para enfermos que, bajo el patrocinio de la clínica Radon, mantiene abierta en Algeciras.

“La acogida allí fue maravillosa, te atienden estupendamente, la casa está muy bien aprovisionada. Pero nosotros somos enfermos. No estamos en condiciones ni para viajar ni para estar en una ciudad extraña donde te has de valer por ti misma. Yo iba a la clínica a darme la radio a las ocho de la mañana. El tratamiento duraba apenas tres minutos. Y después tenías todo el día por delante, en una ciudad que no es la tuya”.

María se confiesa indignada por el trato dispensado a los enfermos de cáncer en Ceuta, una situación que no duda en asegurar les convierte en ciudadanos de segunda.

“Que alguien pueda decir que en Ceuta no hace falta un servicio de radioterapia me indigna. No hay derecho que traten así a personas enfermas, a gente que no encuentra motivación, que psicológicamente está mal. Es vergonzoso. Porque, en el fondo, lo que ocurre es que todo no es sino una cuestión de dinero. Aquí hay mucho negocio”.