faCEBOOK DESCONCIERTA A LOS POLÍTICOS

¿Histeria o inseguridad?

La convocatoria de una concentración contra la falta de seguridad en las calles el próximo día 17 ha evidenciado la existencia de un movimiento ciudadano espontáneo que, a través de las redes sociales, nace alentado por el descrédito de los gestores públicos. Su controvertida naturaleza -algunos subrayan las inclinaciones xenófobas de algunos de sus animadores- no oculta el debate: ¿Es Ceuta, realmente, una ciudad segura?.

policía nacional
photo_camera Un grupo de policías nacionales camina por el Paseo del Revellín/ ANTONIO SEMPERE

Todo comenzó, probablemente, el 31 de octubre. Una niña de 14 fue asaltada y violentamente agredida ese día por un individuo que consiguió arrebatarle el teléfono móvil. Las adhesiones a la familia y las censuras a las autoridades por la falta de seguridad en las calles comenzaron a sucederse a través de las redes sociales.

Quizás, si es que tal cosa es posible, deba establecerse la fecha fundacional de ese malestar en aquel acto airado e inconcebible que tuvo como víctima a un ser vulnerable.

Un movimiento ciudadano espontáneo, conducido a través de un perfil de Facebook, ha convocado para el próximo día 17 una denominada “reunión pacífica” ante las puertas de la Delegación del Gobierno. Los comentarios de los más de 6.000 miembros del perfil “Ceuta insegura” son unánimes en su consideración de que la ciudad ha experimentado un aumento de la criminalidad en las calles. Pero, ¿existe un fundamento real que avale esta percepción? Las autoridades se emplean con intensidad para desmentirlo.

La Delegación del Gobierno y la Ciudad han insistido esta misma semana en que Ceuta vive la tasa más baja de criminalidad de los últimos doce años. La Consejería de Gobernación y la Jefatura Superior de Policía han rescatado en los últimos meses un concepto clásico empleado por los estudiosos de la seguridad pública: el de la “seguridad subjetiva”.

Enfrentado al de “seguridad real”, la “seguridad subjetiva” aludiría al conjunto de experiencias, vivencias y sentimientos personales a los que cada individuo recurre para forjar su percepción del riesgo, el mayor o menor miedo que anima en él la posibilidad de ser víctima de un acto violento en el espacio público.

“Hace una semana pasando por los Jardines de la Argentina me sentí insegura por primera vez y la verdad, no me gusta sentirme así”, escribía una de las miembros del grupo “Ceuta insegura”.

“La realidad contradice la opinión de la ciudadanía”, mantenía este viernes el consejero de Gobernación, Jacob Hachuel. Según el responsable de la Policía Local, las estadísticas revelan que Ceuta es una de las ciudades más seguras de España.

El discurso oficial, fundado por esas apelaciones a la subjetividad con las que las autoridades pretenden explicar la gestación de esta queja ciudadana, no se compadece con las certezas que acumulan quienes promueven y apoyan la protesta del 17 de diciembre.

 Desde hace semanas, Facebook ha acogido las voces de toda una pléyade de ciudadanos que, además de expresar su indignación, detallan experiencias propias o ajenas de personas envueltas en sucesos violentos o víctimas de amenaza en la calle. El grupo donde se ha forjado la convocatoria de la concentración ante la Delegación del Gobierno ha construido un discurso que se alimenta de las aportaciones de miles de internautas. La mera lectura de los incidentes allí narrados espanta.

Los comunicados públicos de los sindicatos policiales donde se denuncia la inquietante limitación de las plantillas de los cuerpos de seguridad se toman como un argumento más de esta rebelión ciudadana.

Pero más allá del debate acerca de si este estado de opinión está o no justificado, resulta interesante detenerse a caracterizar este movimiento popular espontáneo que, por lo pronto, ha sumido en la estupefacción a los responsables políticos.

 

Antipolítico, ¿y racista?

Son, precisamente, los políticos las primeras víctimas de esta marea que fluye a través de las redes. La desafección hacia los gestores públicos del Palacio de la Asamblea y de la Delegación del Gobierno resulta evidente en los comentarios recogidos en el grupo que anima a la participación en la concentración. “En cualquier ciudad de España, ante una situación tan alarmante, estarían los máximos dirigentes reunidos en un gabinete de crisis; aquí mientras están de puente”, se queja uno de los internautas.

El hecho de que la Ciudad haya renegado de una movilización que, a su juicio, pone en duda la labor de los cuerpos de seguridad, no ha hecho sino alimentar el enfado de quienes ya han declarado su intención de participar el próximo día 17 en la concentración de la Plaza de los Reyes.

Los medios de comunicación no escapan al descrédito que ya salpica a los responsables políticos. La percepción manifestada en las redes sitúa a los periodistas como una suerte de cómplices de la ineptitud que se atribuye a las instituciones públicas.

La inestimable ayuda de las redes, sin la cual este movimiento popular no habría sido posible, ha puesto, sin embargo, en evidencia una de sus principales debilidades. Los comentarios que identifican como victimarios a los niños extranjeros que deambulan por las calles de la ciudad y los comentarios indudablemente racistas que destilan algunos de las aportaciones de los internautas abren el debate a otro tipo de consideraciones. Los administradores el grupo de Facebook rechazan que su propósito esté alentado por inclinaciones xenófobas y racistas, tal y como manifiestan en sus intervenciones la mayoría de sus miembros. Pese a ello, las consideraciones de índole dudosa se cuelan entre las aportaciones de los participantes en los debates. “Menores también son nuestros hijos, y antes están ellos, que, además, están en su país”, comentaba una mujer en referencia a los menores extranjeros. “¿Alguien se ha fijado en el grafiti que hay en el centro de los menas? Es gracioso, pone: la vida es para dar... Para dar palos, para dar cabezazos, para dar tirones", ironizaba con execrable gusto otro de los corresponsales.