Un gran incendio forestal deja tras de sí mucho más que decenas de hectáreas quemadas y el consiguiente desastre ecológico. Deja entrega, sacrificio, pena y por qué no decirlo, también mucha 'mala leche'.
Las llamas, que devoraron García Aldave la madrugada del jueves al viernes, provocaron cientos de pequeños (o grandes) cabreos entre los actuantes en la lucha contra el fuego y quienes procuraron mantener la seguridad en la zona: las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FFCCSE).
La quema del monte ha dejado muchas historias para quienes lo sufrieron en primera persona. Muchas no las llegaremos a conocer, pero otras, sí. Les vamos a narrar algunas de ellas. Pero empecemos por el principio para intentar hacer un relato cronológico de los hechos.
La primera alarma 'saltó' en las oficinas del 112 sobre las once menos cuarto de la noche de este jueves, 8 de septiembre. Minutos después, con un cielo absolutamente despejado y un viento (con rachas fuertes) de poniente, mostraron la evidencia: García Aldave ardía.
En este trabajo de juntaletras y de 'contar las cosas que pasan' hay que estar donde pasan esas cosas y nos encaminamos hacia el monte, con la fortuna de que 'todavía' esa idea no se le había ocurrido a muchos otros ceutíes.
Pudimos acceder por la carretera del pantano hasta pasados unos quinientos metros de las instalaciones de 'Los Delfines' y aquí arrancan las historias. Coches mal aparcados, obstruyendo la vía por la que accedían, al Mirador de Isabel ll, los efectivos de los servicios de emergencias.
Primer 'cabreo'. Los que presenciaban el 'espectáculo' hicieron caso omiso a las recomendaciones de la Policía Local que instaba a abandonar el lugar por "seguridad". Los presentes sólo siguieron el consejo cuando el agente torció el gesto y apuntó que estaba dispuesto a sancionar a quienes no abandonaran la zona.
Allí nos cruzamos con el Jefe de Bomberos, Miguel Ángel Ríos, con gesto serio que delataba sus expectativas. Iba a ser una noche muy larga y muy dura, y lo fue. Arriba, en el Mirador, ya se encontraban los efectivos del SEIS y el consejero Yamal Dris y no eran ni las 23:30 horas.
De vuelta a Benítez, el caos. Decenas de vehículos, en un sentido y en el contrario, queriendo llegar a no sabemos dónde, obstruyendo la circulación. Un camión de bomberos estuvo parado un par de minutos porque no podía girar hacia la cuesta de Caballería.
Unos minutos más tarde, otro enfado. Alguien pretendía acceder a la zona del incendio para recoger a sus animales. La medianoche había pasado y el fuego estaba fuera de control. Al policía local que regulaba el paso, hastiado de dar tantas explicaciones, se le escapó un "están los caballos, los perros, los gatos...". Resignado, pidió al conductor del vehículo que se apartara a la derecha, para seguir indagando cuál era su destino sin entorpecer el tráfico. Un tráfico que no hacía más que aumentar, con vehículos sin un destino claro. Todas las carreteras con destino García Aldave estaban cortadas.
Entre idas y venidas, nos paramos a leer las redes sociales (pésima decisión). "¿Dónde está la UME?" era una de las frases que más se repetían en las publicaciones, junto a: "¿y los hidroaviones?".
Los primeros (la Unidad Militar de Emergencias) se encontraban en la base de Morón, a casi 200 kilómetros de Algeciras, y toda activación requiere una serie de protocolos; la solicitud, su aprobación y la preparación de un dispositivo compuesto por 93 efectivos y 24 vehículos, la gran mayoría pesado. Más de dos horas de viaje. El protocolo se activó a las 3:23 de la madrugada. El primer convoy llegaba a Algeciras sobre las 6:15. El siguiente barco zarpaba a las 7:00.
En cuanto a los medios aéreos, estos no pueden operar en la oscuridad. De hecho no pudieron cargar agua en la bahía norte, más cercana a la zona del siniestro, por la presencia de barcos, lo que suponía un grave peligro. ¿Cómo iban a cargar sus depósitos en la oscuridad sin referencias de la línea de agua?
Amaneció un viernes con viento de levante. Con la UME en Ceuta y pocas llamas, nos encaminamos al puesto de mando en el Mirador de Isabel II. Bomberos exhaustos, que a las nueve de la mañana y tras 10 horas de bregar y ganar al fuego, sólo habían recibido como recompensa unas chocolatinas. "Esto todavía da más sed" comentaba uno de los efectivos del SEIS al tiempo que compartía su 'premio' con el resto de compañeros.
Mientras recogían las mangueras, lamentaban el estado de los camiones. "Los nuevos se estropean y a éste (señalando un 'veterano' vehículo rojo) no le gusta cambiar de marcha". Unos comentarios hechos sin maldad y sin perder la sonrisa, porque su trabajo estaba hecho y bien hecho.
