Turquía ha vuelto a sufrir este martes el zarpazo del terrorismo, con un atentado en el que, según los últimos recuentos oficiales, han muerto 36 personas, además de los tres terroristas suicidas que habrían llevado a cabo el ataque en el aeropuerto Ataturk de Estambul y 147 han resultado heridas. El principal aeródromo de la ciudad turca sirve como nodo de escalas de numerosos vuelos internacionales por lo que se teme que haya también extranjeros entre los fallecidos.
Durante el último año, Turquía, un importante aliado de la OTAN, ha sufrido una oleada de atentados en Estambul y Ankara. Su autoría ha sido reclamada tanto por el ISIS, que mató a un centenar de personas en Ankara el pasado octubre y a 15 en sendos atentados en zonas turísticas de Estambul en enero y marzo, como por grupos ligados al nacionalismo kurdo como el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y los Halcones para La Libertad del Kurdistán (TAK), que en febrero y marzo acabaron con la vida de casi 70 personas en dos ataques suicidas en el centro de Ankara y el pasado 7 de junio asesinaron a 11 personas en el centro turístico de Estambul, siete de ellas agentes de policía.
También después del ataque, ha habido especulaciones sobre si se trataba de una respuesta a la reciente reconciliación entre Turquía e Israel, que anunciaron esta semana su intención de restablecer relaciones diplomáticas.