Opinión

Adiós a un gran presidente de la Autoridad Portuaria

Rafael Rodríguez, presidente de la Autoridad Portuaria llegó, vio, miró y se fue. Es decir, que el elegido por el presidente Juan Vivas, quien dio tanto bombo en su fichaje, no quiere saber nada de lo que al llegar vio, miro y conoció. Y Rafael Rodríguez, no era ni es un hombre cualquiera, sino que por el contrario le avala una vida profesional grandes responsabilidades y hechos que le hicieron merecedor de puestos de gran relevancia.

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Pero ahora, después de llegar con ilusión hace unos pocos meses y conocer la realidad de lo que hay, pues…va y se va sin más. Quizás haya sido porque la estrella de su ilusión de hacer algo bueno, pronto fue tergiversada por la sombría realidad de los límites y silencios que se le imponían y que él desconocía. Y así, y de esta manera, es posible que los mercaderes ya consolidados exigiéndole mantener sus afanados huevos de oro, transformados en beneficios personales fueron suficientes para tomar una decisión tan drástica.

También, es posible, que en algún momento decidiese que camino escoger si caminar entre su dignidad personal o entre la servidumbre que siempre acompañan a las gusanerías alevosas de los ambiciosos. Por eso, con su marcha, es posible que seguro y en algún momento decidió por la dignidad. Porque vivir con dignidad siempre es importante para la bonhomía de los hombres. Por eso, no se mantuvo en el camino muerto de las cifras y de las monedas. Vamos que como dice el lenguaje cervantino: “Cuando vino se capó el chapeó, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada”. Por eso, visto lo visto, nuestro presidente de la autoridad portuaria, abrumado de tanta maquinaria administrativa y riqueza desviada sin control alguno, decidió marcharse por donde había venido. ¡Y esto sí que es una cuestión personal!

Así que creo que Rafael Rodríguez, escogió el camino de vuelta antes de que le apabullasen con estrategia contables que su dignidad no admitía. Porque, seguro que él siempre anduvo por la vida con sus principios y con las ventanas abiertas mostrando su forma de pensar, hacer y trabajar.  Porque esto, son cosas que siempre nos recordamos a nosotros mismos y que nunca nos cansamos de mantener. Porque debajo de la edad y la ropa nos gusta mantener el orgullo de nuestro nombre y de nuestros hechos frente a los demás. Pero también es cierto, que siempre hay que tener cuidado de no herir a quienes deciden de alguna manera mantener su satisfactorio vuelo en otras aguas menos limpias. Por ello, ha hecho bien en marchase sin apenas ruido dejando el estanque tranquilo. Porque no nos engañemos en las aguas muy puras jamás podrán vivir los peces. Y en estas tierras son demasiados los peces que nadan en sus aguas.

Y esto es lo que puede haber pasado. Por ello, solo queda despedir con honor a quien en su día vino con ilusión de hacer algo bueno por nosotros y que no pudo ser.  Por ello, que tenga mucha suerte Rafael Rodríguez en sus nuevos destinos, que seguro que serán mucho más gratificantes que su pequeña aventura por nuestra tierra, sabiendo que aquí muchos le entendemos y sentimos su decisión de irse, porque perdemos a un gran profesional avalado por su trayectoria anterior. Lo triste es que el puerto es el mayor pulmón de la ciudad.