Opinión

El autobús rojo

He perdido la cuenta de cuantas son las noticias con las que nos han machacado los medios desde la aparición del rojo autobús de la asociación: “Hazte oír”, que fue recluido en los garajes del ayuntamiento de Madrid. Y son muchas las voces que se han levantado en contra o a favor, utilizando mensajes simplistas dirigidos más a la emoción que a la razón

He perdido la cuenta de cuantas son las noticias con las que nos han machacado los medios desde la aparición del rojo autobús de la asociación: “Hazte oír”, que fue recluido en los garajes del ayuntamiento de Madrid. Y son muchas las voces que se han levantado en contra o a favor, utilizando mensajes simplistas dirigidos más a la emoción que a la razón. Es una acción y reacción sobre los mensajes contrarios que han inundado los carteles vascos navarros, así como en Cataluña sobre la sexualidad natural de las personas, diciéndonos que esta puede ser optativa de cada uno al margen de la naturaleza. El problema es que estas opiniones van dirigidas a los más jóvenes y están avaladas por leyes de género impuestas a los enseñantes, que pueden alterar la lógica y la perspectiva de nuestros jóvenes sobre su propia sexualidad y…¡la diferencia sexual es una realidad vieja como el mundo!

Alteración en la enseñanza que podría malear la realidad del natural instinto de especie entregándolo a la subjetividad, ya que si la sexualidad personal se subjetiviza la realidad, es posible disgregarla con argucias hacia los deseos interesados de algún grupo determinado. Porque con estos mensajes y de esta manera, se está olvidando de alguna manera que la naturaleza está compuesta por contrarios e intentar unificarlos en uno solo es no seguir la lógica natural de la sexualidad. Desde luego siempre hay que defender aquellos niños o niñas que tienen este problema y por ello, desde el principio se tiene que poner a su disposición todos los medios posibles tanto materiales como humanos. Pero tampoco hay que olvidar la proporción de uno y otro grupo en la sociedad. Y aquí entra el engaño de la publicidad que pone los focos en una pequeña parte convirtiéndola en una realidad enorme.

Otro concepto, que entra en juego es de la libertad de expresión. Principio irrenunciable en un estado democrático de derecho. Y si determinados grupos pueden hacer publicidad de sus ideas. ¿Por qué los que opinan diferente no pueden hacerlo? ¿Y porque puede ser un delito de odio, no estar de acuerdo con ello? ¡Tampoco lo entiendo! porque esta idea del delito de odio, también podría dirigirse contra los que la plantean. En el fondo pudiera parecer que es un argumento de acusación, excesivamente empleado para los que verdaderamente odian. Odio, que también está afectando a la libertad de objeción de conciencia.

Pero…bueno, esta es la pugna publicitaria a la que asistimos del grupo que dice “Los niños tienen vulva y la niñas tienen pene”, enfrentados al otro  que  afirman que salvo excepciones “las niñas tienen vulva y los niños penes”. La proyección de ambos mensajes es más que obvia y su estrategia transparente. Por otra parte la historia resolverá esta pugna que tiene poco recorrido, ya que no se debe olvidar que la naturaleza es una razón tan poderosa que antes o después siempre se revelara tal cual es.

Consecuentemente creo que simplemente estamos ante un nuevo surrealismo, donde se busca suprimir la realidad natural para modificar la realidad con una nueva forma de mentalidad que considera que se deben crear hombres y mujeres nuevas más acordes a ciertas mentalidades. Y el surrealismo solo sirve para el arte, donde es capaz de realizar obras hermosas aunque siempre alejadas de la realidad de las cosas. Pero no es posible desnudar la realidad de la naturaleza humana por mucho que se intente destruir socialmente.    

Pero…en fin de lo que no cabe duda es que esta polémica del autobús rojo ha conseguido gratuitamente una publicidad que ha traspasado las fronteras, y que por sí solo, este autobús rojo nunca podría haber conseguido a pesar de sus viajes por diversas ciudades españolas, que no hubiera dejado de ser algo anecdótico y rápidamente olvidado. Y también sigue sorprendiéndome la capacidad de indignación absoluta que se produce en las anónimas redes sociales ante cualquier asunto que aparezca, contrario a las aburridas, pequeñas y buenistas mentes tuiteras. E insisto… en lo que no estoy absolutamente de acuerdo es en que se intente considerar al autobús rojo como culpable de un delito de odio, como alguna mente en su profunda estulticia pretende.