Opinión

Comunicaciones marítimas

Siempre nos acordamos de Santa Bárbara bendita cuando truena. Y en esta tierra lo hacemos nos quedamos sin barco por culpa de los temporales. Todavía están recientes los ponientazos y levantazos de cuatro rayas que han dejado solo ante el peligro el “Passió per Formentera”, así como las quejas y pataletas generalizadas sobre la tardanza del barco que hemos leído por las redes sociales. Fue en uno de estos incidentes cuando nos encontramos con la escena del presidente de la Ciudad, Juan Vivas, sentado en las escaleras del salón Sirena del “Passió per Formentera”.

Siempre nos acordamos de Santa Bárbara bendita cuando truena. Y en esta tierra lo hacemos nos quedamos sin barco por culpa de los temporales.
Todavía están recientes los ponientazos y levantazos de cuatro rayas que han dejado solo ante el peligro el “Passió per Formentera”, así como las quejas y pataletas generalizadas sobre la tardanza del barco que hemos leído por las redes sociales. Fue en uno de estos incidentes cuando nos encontramos con la escena del presidente de la Ciudad, Juan Vivas, sentado en las escaleras del salón Sirena del “Passió per Formentera”.
Normalmente, una autoridad tiene un reservado vip o clase club por ser quién: cosa lógica que no puede haber un rey cuidando cochinos. En esta ocasión, desde el puente de mando se invitó al presidente a ocupar acomodo en uno de los reservados, oferta que declinó. Prefirió quedarse con el resto de ciudadanos.
Los comentarios fueron de lo más variopinto: que si “postureo”, que si “figureo”, que si busca de votos. Si lo hace, malo, y si se hubiera quedado en el puente de mando sentado se habría dicho que se quitó de en medio sin preocuparse de los demás…
Con la llegada de los temporales, a quienes ya estamos cerca de cumplir el medio siglo nos viene a la memoria la virulencia del mar de fondo del Estrecho de Gibraltar y toda la crónica negra que se ha cernido sobre la historia viva y muerta de la línea que une Algeciras con Ceuta.
Hoy, salvo el “Passió per Formentera” que es el único buque denominado "lento" capaz de soportar una navegación de mar gruesa o mala mar, el resto son embarcaciones rápidas de aluminio que han acostumbrado a las nuevas generaciones a pasarse la travesía con el móvil en la mano obviando cómo los delfines juegan con las olas a la altura de Punta Europa.

Las redes sociales braman con quejas por la ausencia de conexiones y enlaces. No se piensa en el peligro que conlleva la navegación para un pasaje civil.
Por eso quiero recordar los míticos barcos que puso la compañía Trasmediterránea hace ya más de cuarenta años y que hasta hace treinta estuvieron haciendo el trayecto del Estrecho. El “Virgen de África”, el único en la historia matriculado en Ceuta, el “Victoria” y el “Ciudad de Tarifa”, buques vetustos pero que capaces de navegar fuera cual fuera la mar. En aquella época, cuando se suspendía la travesía es porque la cosa estaba muy mal.

Otros ferris de la compañía Aznar como el “Monte Contés” y el “Monte Corona”, que fueron adquiridos por Trasmediterránea y bautizados como “Ciudad de Ceuta” y “Ciudad de Algeciras” eran buques de capacidad contrastada que hacían la competencia a los de Isnasa: el “Bahía de Málaga”, el “Bahía de Ceuta”, el “Punta Europa” o el “Bahía de Algeciras”. A este último se le cambió el nombre por el de “Bahía de Cádiz” tras colisionar con el muelle Puntilla en los ochenta.
Barcos marineros y de dureza de casco, preparados con una amplia bodega y salones de pasaje, lentos comparándolos con los fast-ferris de hoy. Buques que permitían disfrutar con un café o un refresco mirando por la ventana o subido en cubierta, como Dios manda, en una animada conversación y sin móviles ni tabletas ni redes sociales. Así vivimos muchas generaciones. Sin quejarnos de las comunicaciones marítimas.