EL DISCURSO OFICIAL PRESENTA CEUTA COMO MODELO DE TOLERANCIA E INTEGRACIÓN

De convivencia, dioses y desigualdades

La reacción provocada por la presencia de una deidad hindú en un templo católico ofrece un motivo para la reflexión en torno a la convivencia en Ceuta entre comunidades de distinta tradición. El modelo de convivencia que celebran los discursos públicos está condicionado por los prejuicios, las convicciones religiosas y las desigualdades sociales y económicas.

medinaceli en el príncipe semana santa
photo_camera El Medinaceli, en su traslado desde El Príncipe (C.A.)

El recurso retórico más empleado en los discursos oficiales por los sucesivos gobiernos de Ceuta acabó dando nombre en 1998 a un galardón internacional que, según explicaron en su día sus promotores, pretendía reconocer a quienes habían destacado en el fomento de “los valores de justicia, fraternidad, paz, libertad, acceso a la cultura e igualdad entre los hombres”. Nacía así el Premio Convivencia.

El tópico que presenta a la ciudad como un espacio de convivencia, concordia y tolerancia entre comunidades de distinta tradición cultural y religiosa se mantiene vivo entre un determinado sector de la población, aunque no deje de ser contestado desde algunas tribunas públicas.

Sea como fuere, y alcance hasta donde alcanzare la predicada convivencia, en ocasiones el tópico se refuerza. Uno de esos episodios de reivindicación de la convivencia lo constituye la respuesta que buena parte de la ciudadanía dio a la reprobación que el obispo de Cádiz, Rafael Zornoza, lanzó contra la presencia el pasado domingo de una imagen del dios Ganesh en la iglesia de África. La defensa de aquel acto, en el que la deidad hindú y la Virgen coincidieron en el templo católico, ha sido una reacción generalizada, apoyada incluso por el Gobierno de la Ciudad.

Los valedores de la imagen de una sociedad ceutí integradora y tolerante habrán encontrado en este incidente un argumento más para continuar defendiendo su tesis. Quienes la ponen en cuestión se preguntan si las cosas se habrían conducido de una manera tan civilizada de haberse celebrado un ritual musulmán en una iglesia católica o si la talla de la Virgen de África hubiese sido paseada por el interior de una mezquita.

Pero, más allá de las consideraciones acerca de la religión, probablemente sean las desigualdades sociales y los prejuicios culturales los que ponen en cuestión la absoluta certeza que el discurso oficial maneja sobre la existencia de una tradición de integración y tolerancia en Ceuta. No resulta ajeno a nadie que las mayores controversias se generan entre las dos comunidades mayoritarias, una fricción que atempera una paz social externa que, ésa sí, no se ha visto gravemente comprometida durante décadas.

Con todo, por ejemplo, la huella de los procesos de nacionalización de ceutíes musulmanes promovidos en la década de los 80 puede rastrearse todavía hasta hoy. En aquel tráfago de trámites administrativos, los afectados perdieron sus nombres familiares. La Asamblea de Ceuta aprobaba el pasado junio, a instancias de Caballas, un grupo político de mayoría musulmana, una iniciativa destinada a reclamar del Ministerio de Interior la apertura de un procedimiento que permita a los afectados recuperar sus verdaderos apellidos. Fueron necesarias tres décadas para que una institución oficial promoviera una iniciativa de este carácter.

Los partidos con mayor presencia de musulmanes en sus filas han sido los que se han pronunciado más críticamente sobre el discurso oficial de la convivencia. La identidad social y política de los musulmanes, nucleada en torno a la religión y las tradiciones, comienza a forjarse a partir de los 80, aunque hasta 1995 ningún miembro de la comunidad conseguiría ocupar un escaño en el pleno municipal.

Caballas y MDyC no dejan de insistir en la incidencia que las desigualdades económicas ejercen sobre la percepción que de la sociedad ceutí maneja la población. Un estudio elaborado por los sociólogos Carlos Rontomé y José Miguel Cantón, concluye la existencia de un proceso de degradación de las condiciones de vida en las barriadas ceutíes.

La distribución polarizada de la riqueza en la ciudad ha hecho avanzar un fenómeno que ha forjado dos grupos de población similares en tamaño integrados por quienes han escapado de la pobreza, de un lado, y los pobres y dependientes sociales, por otro. Éste último reside en zonas como Pasaje Recreo, Loma Colmenar, Miramar Bajo, Príncipe Felipe, Príncipe Alfonso, Benzú o República Argentina.

Las señas identitarias de las dos comunidades mayoritarias, empleadas en no pocas ocasiones con carácter excluyente, y las desigualdades derivadas del reparto de la riqueza son, todavía, obstáculos a ese ideal consagrado en las intervenciones de los cargos públicos y en las ceremonias oficiales.