Opinión

Entraron por la puerta

Entraron por la puerta principal. Las imágenes de un grupo de 187 migrantes a la carrera en el puesto de El Tarajal ante la impotencia de los policías no deja en muy buen lugar al Gobierno español.

Entraron por la puerta principal. Las imágenes de un grupo de 187 migrantes a la carrera en el puesto de El Tarajal ante la impotencia de los policías no deja en muy buen lugar al Gobierno español.

La insólita escena sitúa a las autoridades españolas en una comprometida encrucijada. No resultaría injusto reprochar a la Delegación del Gobierno una falta de previsión en la vigilancia del perímetro fronterizo, máxime cuando los agentes de la Guardia Civil estaban advertidos de los movimientos de los jóvenes subsaharianos en territorio del país vecino.

Tampoco se antoja excéntrico concluir que Marruecos también ha incurrido en una dejación intolerable de sus obligaciones.

Si la culpa es del Gobierno español, va a ser difícil encontrar una justificación a lo sucedido. Si atribuimos la responsabilidad a las autoridades marroquíes, España tendrá que idear una manera diplomática y amable para señalar al otro lado de la valla sin que los socios privilegiados de Madrid y Bruselas se sientan ofendidos.

Esto por un lado. Por otro, el empeño de la Delegación en pintar con tintes funestos los propósitos de los migrantes que tratan de hacer lo que, a lo largo y ancho del planeta, han intentado siempre quienes han caído del lado más desfavorecido de la frontera. La representación del Gobierno central en la ciudad, en atención a las directrices de Interior, insiste a la menor oportunidad en atribuir a los migrantes una actitud violenta. Pero descalificar al otro –el Gobierno de España tiene la mala costumbre de presentar a los extranjeros como el adversario- no oculta las vergüenzas propias.

El vídeo publicado por Ceuta Actualidad evidencia el sorprendente comportamiento de algunos de los policías destinados en la frontera, entre ellos, el del agente herido, resuelto a detener los flujos migratorios hacia Europa a patadas. Una conducta que se aviene mal con un comportamiento profesional. Pero, quizás, el agente se vio obligado a guiarse por su instinto a falta de un protocolo de actuación que le permitiera disponer de algunas certeza sobre cómo habría de conducirse en tales circunstancias. Y eso no sería culpa suya.