Opinión

Eres, Ceuta, una postal

Tras los sinsabores de unos achaques extraños que bombardearon mi cuerpo y mi moral, hoy he vuelto a ver salir el sol de mi tierra, la avanzada en el Estrecho, la que fue triste y doliente en la guerra, mi Ceuta, la alegre dulce y marinera.

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Con los sustos y sobresaltos que nos acompañaron en mitad del verano, en la peor manera en la que esta tierra puede ser castigada, el asedio y el fuego, Ceuta se convertía en portada nacional.

Tarde de espanto en La Marina, a donde la perrera era trasladada porque el fuego la envolvía y allá que fueron los amantes de los animales a luchar para llevar pienso y agua y, de paso, adoptar a esos angustiados animales mientras que un servidor, a lágrima, viva iba trasmitiendo la noticia.

Mientras el fuego devoraba cada rincón del monte, aquella tarde de julio los más viejos del lugar afloraban la angustia recordando la fatalidad de hace 37 años cuando murió en el fuego el soldado Antonio Güeto. Los bomberos de Ceuta se afanaban en el monte en cada rincón acosado por las llamas. La fatiga era ya general y hubo que reclamar la ayuda de los helicópteros y aviones desde Málaga porque el fuego era cada vez peor.

Y allí fue donde el espíritu de acudir al fuego se hizo patente. Desde la IV Bandera salieron los legionarios del II Tercio con picos, palas y mangueras, a 160 pasos por minuto. Y sin tiempo para un respiro ni para curarnos nuestras heridas, llegó el asalto a la valla fronteriza por la finca Berrocal. 600 subsaharianos bien organizados para el asedio y el ataque despiadado, arremetiendo contra todo lo que se ponía por delante.

Las redes sociales echaban humo y los cruces de declaraciones entre los partidos políticos donde sólo les quedaba guardar el epitafio escrito para Ceuta -como diciendo: entre todos la mataron y ella solita se murió.

Ceuta volvió a resurgir con la Feria y sus fiestas patronales. Algarabía, luces de color, sonrisas en los pequeños, bailoteos y contoneos amorosos en cada esquina de cualquier caseta y besos robados en alguna atracción.

Un silbido de una canción que te recuerda un perfume y una relación mientras el levante fue devorado por el poniente marcando el sol en la carretera.

Me había perdido todo esto mientras estuve indispuesto. No olvidamos que tras la Mujer Muerta, el Monte Hacho, el Parque Marítimo, la bocana y el Hércules, la multiculturalidad, las fiestas de verano, está Ceuta, donde todo está a la mano y puedes pegarte la charla hasta que el sol se recoja en cualquier playa. Cómo vamos a pensar que nos tengamos que ir de aquí a pesar de las quejas y los achaques de nuestra tierra. A fin de cuentas, Ceuta, eres una postal.