Opinión

Fortalezas y debilidades

La lista de las medidas que ha presentado el gobierno no deja de ser una lista de buenos deseos, no de verdaderas medidas que se puedan aplicar.

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Cualquiera con nociones básicas de economía conoce el análisis DAFO, un concepto que hace tiempo trascendió la disciplina económica y se aplica a muchos otros campos, como el deportivo, el psicológico, educacional, institucional, etc. Consiste básicamente en una metodología de estudio mediante un análisis interno para detectar fortalezas y debilidades y un análisis externo para detectar amenazas y oportunidades. Como casi cualquier concepto económico, se trata de aplicar el sentido común para tomar decisiones y elegir la estrategia más adecuada.

La nueva estrategia económica que el Gobierno de Ceuta está planteando pretende convertir una amenaza en una oportunidad, es decir, transformar la aparente asfixia económica que Ceuta está sufriendo por parte de Marruecos en una oportunidad para concentrar esfuerzos en una relación económica más fuerte con el resto de España y Europa. No hace falta ser economista para interpretar todo esto, nuestros abuelos eran mucho más sabios y decían aquello de “hacer de la necesidad virtud”, sin tanta parafernalia.

Es muy tentador plantear un mágico y milagroso plan de choque económico que no han tenido la decencia de plantear en veinte años, y que ahora, cuando ven las orejas al lobo, sacan de la chistera para anestesiar las críticas y recibir el apoyo enfervorizado de su parroquia más patriota. Pero la realidad es otra. La lista de las medidas que ha presentado el gobierno no deja de ser una lista de buenos deseos, no de verdaderas medidas que se puedan aplicar. “Queridos Reyes Magos, este Gobierno ha sido muy bueno y por ello queremos pediros ….” . Hay una diferencia enorme entre saber qué medidas adoptar y pedir a un ente superior lo que nos gustaría que ocurriera, sin decir cómo. Términos de la lista como, “impulsar proyectos, intensificar esfuerzos, procurar, solicitar, favorecer...” son términos políticos de quien intenta convencer, no son términos de gestión efectiva.  Esta nueva lista no va a ir a ningún lado por muchas razones. No existe voluntad para llevarla a cabo, no es un plan serio, no establece objetivos cuantificables, no establece plazos de ejecución y, sobre todo, no se encuadra dentro de una visión global y ambiciosa de la ciudad.

Ese plan de choque no debería ser tal, debería haber sido el trabajo diario desde el minuto uno en que el partido de gobierno llegó al poder. ¿A qué se han dedicado entonces hasta ahora durante estos veinte años? ¿Merecen la pena todos los millones gastados en losas antideslizantes y estatuas del centro, en crear sociedades municipales inútiles o repartir subvenciones alegremente y ahora caen en la cuenta de que, tal vez, se debería haber tenido una gestión económica y una planificación de la ciudad que queríamos tener?

Esta ciudad hoy desgraciadamente sólo tiene dos vías básicas de sostén económico, que nadie se engañe con fuegos de artificio. El primero y fundamental es el dinero público, las transferencias de la Administración. El segundo, los clientes procedentes de Marruecos. Podríamos haber sido mucho más desde hace mucho tiempo, pero esta es la realidad.

Respecto al dinero público, el hecho de que más del cincuenta por ciento de la población asalariada sean empleados públicos supone una tranquilidad inmensa para esa mitad de la población y sus familias pero a la vez una barrera de desarrollo brutal para los que nos dedicamos al sector privado. Esta situación supone una anomalía socioeconómica, totalmente incomprensible en otro lugar de España, que introduce distorsiones en el sector privado y un riesgo para el futuro de esta ciudad por su apática acción política. Tanto es así que hay ciudades que, viendo el chollo que supone el dinero público en Ceuta, se plantean también ser ciudades autónomas, como La Línea de la Concepción.

Gran parte del sector privado sobrevive por su vinculación directa con contratos y servicios asociados con la Administración y no ha recibido nunca un impulso y un plan serio para desarrollarse más allá de eso. ¿Por qué no se ha hecho? Simplemente porque la Administración no ha sentido la necesidad de hacerlo. ¿Para qué? Si la mayoría de sus votantes ya tienen su vida resuelta, ¿qué necesidad hay de que haya empresas privadas que se desarrollen y creen más empleo? Los desempleados nunca han sido el nicho de votos del partido de Gobierno, excepto cuando son camelados con ayudas y planes de empleo.

Podría poner decenas de ejemplos de lo que acabo de decir, pero quizás uno de los principales sea la desidia, la negligencia y la tomadura de pelo que han supuesto tres lustros en desarrollar e intentar aprobar un PGOU que aún se tiene la desfachatez de pedir en la lista de deseos urgentes.

Respecto al cliente marroquí, es la otra vía principal que le ha quedado a nuestro sector privado. ¿Alguien tiene la más mínima duda de la razón por la que empresas como Mercadona han venido a Ceuta, por la que empresas como Lidl tienen unas ventas tan elevadas, por la que el aparcamiento de Carrefour está (o estaba) siempre lleno, por la que comercios del centro necesitan abrir los fines de semana o por la que han abierto y habilitado cada vez más establecimientos hoteleros? No, no es por el turismo peninsular ni por el consumo interno, sino por el poder adquisitivo del turismo marroquí. Ahora que el comercio con Marruecos se resiente es cuando se abren los ojos y creen que habría que hacer algo más, pero a estas alturas no se engaña a nadie más que a los más radicales exponiendo que la culpa de todo la tiene Marruecos. No es así, los responsables somos nosotros.

El Gobierno está cometiendo un enorme error (otro), que es el discurso trasnochado de “abajo Marruecos, viva Europa”. Esa ceguera artificial es una ceguera con tintes electoralistas que no tiene ningún sentido, una pataleta de niño malcriado de quien se niega a aceptar la realidad y responde con altivez.

Parecemos olvidar cuál es nuestra mayor fortaleza como ciudad: Ceuta en sí misma. No somos una ciudad cualquiera de la península, susceptible de aparecer o desaparecer por despoblación o malas comunicaciones, somos una ciudad que ha sido deseada durante milenios, independientemente de la actividad económica. Y seguimos siéndolo. Explotar nuevos caminos, nuevas vías de desarrollo no sólo es una obligación, es una necesidad. Somos parte de Europa y hasta ahora no hemos sabido explotar económica y comercialmente nuestra condición más que para pedir fondos europeos. Pero descartar una de nuestras grandes fortalezas y a la vez nuestra mayor oportunidad como es la vecindad con Marruecos sin intentar buscar vías de solución y entendimiento es una irresponsabilidad que podemos pagar muy caro.

Por todo eso quizás sea hora de detectar no sólo cuáles son nuestras fortalezas, sino también nuestras lista de debilidades, y tal vez la clase política gobernante que hemos tenido hasta ahora ocupe un lugar de privilegio en esa lista.