Opinión

Gracias, Rogelio, por haber vivido

Su vida, como tantas veces nos demostró, estuvo siempre unida a la idea de eternidad y sintiéndola él como la sentía nos hacía participe de ella.

Las inexorables negras alas de la noche eterna han alcanzado a nuestro querido y admirado amigo Rogelio Martínez. Es por tanto tiempo de recuerdos hacia un hombre que sabía de la eternidad y que ahora al fin la ha alcanzado. Por ello a pesar del inevitable daño que nos hace su marcha, solo podemos agradecer que su existencia, siempre limitada desde que los hombres partimos el tiempo acuñándolos en días, haya sido junto a nosotros. Ahora descansa en los campos del silencio, uniéndose a innumerables almas insignes que descansan allí desde el principio de los tiempos, tan necesarias para los que vivieron y vivimos junto a ellos.

Su vida, como tantas veces nos demostró, estuvo siempre unida a la idea de eternidad y sintiéndola él como la sentía nos hacía participe de ella. Él, Rogelio, siempre actuó en la modestia, y conociendo sabiamente las debilidades de todos, siempre tenía palabras alentadoras y tranquilas que nos apaciguaban los corazones haciéndonos mejores. Sus reflexivas palabras no eran nunca una irresponsable licencia de imaginación, sino que se agarraban a nuestros pensamientos con seguridad y verdad. Eso sí, nunca dejo de ser gallego.

Cada cual tiene su historia, y la tuya, Rogelio, siempre fue llenándose y llenándonos de pequeñas, pero necesarias sabidurías de realidades. Era la hospitalidad de tus palabras las que animaban nuestros pensamientos, haciéndolos mejores y mas sabios. Palabras donde nunca había severos ámbitos de enfrentamiento con nada ni con nadie, aunando los colores negros y  blancos que siempre salpican nuestros sentimientos en suaves colores de esperanzas.

Por ello, y no tan solo por ello, gracias por haber compartido tu existencia con todos nosotros. De esta manera siempre en nuestros recuerdos habrá un agradable recuerdo de tus hechos que se arremolinaran con todo lo que en nosotros es del todo humano. No solo has dejado pequeños rastros en el polvo de nuestras vidas, sino que con ellos hemos descifrado muchos otros que sin ti temíamos y que nos animaran a seguir hacia delante gracias a tus bellos consejos de bondad y bonhomía.

Ahora tu cuerpo reposa sobre la tierra, pero el puro cristal de tu alma reflejará sin duda todas las estrellas del cielo jugando con sus infinitos destellos. Porque en ese sereno ambiente que es el cielo, el hoy es mañana y también es el ayer, haciendo que tu alma viva siempre en un eterno y musical instrumento que con plenitud de sones ritmando te distraerán en la eternidad que ahora disfrutas mientras aprendes lo que solo el creador sabe.

No sé dónde irán ahora tus pensamientos, pero tu recuerdo siempre llenara los nuestros en los días que todavía nos pertenezcan. Por ello, gracias, adiós y hasta algún día en que nos reencontremos de nuevo.