Opinión

Inseguridad

La seguridad en el recinto portuario continúa siendo una asignatura pendiente. Los incidentes violentos se suceden sin que, hasta la fecha, las autoridades hayan sabido cómo atajar el problema. El apuñalamiento este martes de un menor extranjero indocumentado es sólo el último episodio.

La seguridad en el recinto portuario continúa siendo una asignatura pendiente. Los incidentes violentos se suceden sin que, hasta la fecha, las autoridades hayan sabido cómo atajar el problema. El apuñalamiento este martes de un menor extranjero indocumentado es sólo el último episodio.

La Delegación del Gobierno y la Autoridad Portuaria han anunciado que adoptarán medidas para reforzar la seguridad en las instalaciones. Resulta esperanzador que los responsables públicos se decidan, por fin, a enfrentar la situación. Pero habrá de advertirse que la colocación de vallas más altas, concertinas más afiladas o refuerzos policiales quizás no resulten suficiente.

La proliferación de los conocidos menas por el recinto portuario es, más que un problema de orden público, un síntoma del fracaso de la política de protección que el Estado está obligado a ofrecer a los menores de edad, sea cual fuere su origen. La Ciudad se ha revelado incapaz de garantizar la seguridad de los adolescentes, quizás por falta de medios, quizás por pura ineficacia.

La otra fuente de conflictos procede de esa inmigración adulta e impaciente –todo migrante está condenado a serlo- que pulula por el recinto portuario. La estrategia de contener en Ceuta a los extranjeros que llegan clandestinamente a la ciudad puede satisfacer los objetivos de quien la diseñó desde Madrid, pero es obvio que resulta un peso difícil de soportar para las autoridades y la sociedad locales.

Una mirada más global hacia estos fenómenos, una atención menos sujeta al imperativo de confinar las situaciones conflictivas a las dos ciudades autónomas, una implicación más decidida, en definitiva, de las autoridades estatales podrían resultar más útiles y eficaces que todos esos muros que, sin duda, se acabarán levantando.