Opinión

Maternidad subrogada

La expresión de “maternidad subrogada” es simplemente una forma dulce de sustituir al anteriormente denominado “vientre de alquiler”. Es una nueva tergiversación interesada de las palabras para tranquilizar las conciencias, pero en el fondo es una idea ya vieja. Muchos la apoyan defendiendo su implantación jurídica y legal en nuestro país. Este es uno de los aspectos que más me sorprende, porque con tanto vocerío mediático parece que todas las familias españolas necesitan de su regulación urgentemente. Y sin embargo la proporción (siempre intento analizar la proporción de la cosas) creo que es mínima entre nuestras tradicionales familias españolas y sus problemas.

Javier Díez Nieto
photo_camera Javier Díez Nieto

La expresión de “maternidad subrogada” es simplemente una forma dulce de sustituir al anteriormente denominado “vientre de alquiler”. Es una nueva tergiversación interesada de las palabras para tranquilizar las conciencias, pero en el fondo es una idea ya vieja. Muchos la apoyan defendiendo su implantación jurídica y legal en nuestro país. Este es uno de los aspectos que más me sorprende, porque con tanto vocerío mediático parece que todas las familias españolas necesitan de su regulación urgentemente. Y sin embargo la proporción (siempre intento analizar la proporción de la cosas) creo que es mínima entre nuestras tradicionales familias españolas y sus problemas. Es más, creo que verdaderamente y de acuerdo con la proporción, solo beneficia a determinados grupos que por diversas razones no pueden tener descendencia. ¿O es una larga senda que esconde alguna idea más en la que aguarda acechando un terrible cazador?

Ya he dicho que era una idea vieja, pero lo simpático del asunto es que esto desde hace cierto tiempo, gracias al vocerío de los medios, se intenta vender como nueva. Párense sino a pensar en la fecundación “in vitro” y en aquella madre abuela que se quedó embarazada por este medio implantando en su vientre un óvulo de su hija, fecundado con el semen de su yerno. ¡A fin de cuentas era una modalidad de alquiler! De esta manera pudo disfrutar de su nieto, que a su vez era hijo de su yerno casado con su hija. Para hacerlo simple: “El niño nacido era hijo del yerno de su abuela que era su madre biológica, lo que le hacía hermano de la mujer de su padre que era legalmente su madre, al tiempo que era también hermano de sus tíos, hijos también de su madre abuela y tío de sus primos”. ¡Vaya follón, peor que el guion de esa telenovela titulada Puente Viejo que tanto éxito tiene! Supongo que este niño cuando crezca se arruinará en psiquiatras para averiguar quién demonios es y qué lugar ocupa en todo ese entramado. ¡Todo esto por no hablar de los problemas de una futura herencia de su madre abuela! ¿Dónde estará la bendita madre tan maternal?

Pero volvamos a la maternidad subrogada. Es decir, al alquiler de un vientre de madre ajena y analicemos sus posibles ventajas. Porque no cabe duda de que, mediante esta modalidad, aquellas familias que no puedan tener hijos podrán conseguirlos, evitando y sustituyendo en muchos casos la adopción que resulta tan difícil y económicamente muy costosa. Por otra parte, el hijo alquilado de un vientre ajeno siempre será un descendiente natural y biológico de uno de los progenitores adoptantes, lo que lo hace mucho más natural, cómodo y fiable. Por ello también no quiero dejar de alabar a esas madres que como bellas rosas sueñan dar todo su amor y sacrificio al deseo de querer tener a su lado la luz de un hijo, porque este sentimiento es como tener el balcón abierto de su casa, soñando con fértiles campos de esperanzas nuevas.

¿Cuáles son las desventajas? ¿Cómo se actuará cuando el niño del vientre alquilado se presente con malformaciones congénitas? ¿Será rechazado por los que alquilaron el vientre ajeno y no desean un producto con defectos? ¿Qué hacer?  Y si se autoriza la interrupción de su embarazo, en el fondo y de forma indirecta se está imponiendo legalmente un nuevo caso de aborto. Pero si algunos están reivindicando el derecho al aborto ¿por qué no defender el derecho a la vida mediante el alquiler de vientres? Por otra parte, también puede darse el caso de que con el tiempo la madre biológica decida suspender la gestación voluntariamente o decidir quedarse con el recién nacido, incluso que pasado el tiempo exija su derecho sobre su hijo, en contra de quienes alquilaron su vientre. Porque el derecho a la maternidad ¿no es un derecho irrenunciable “erga omnes”? En fin, son muchas las cuestiones, pero bien, creo que la legislación a su manera podría resolver estos hechos, si es que en su momento se autoriza el alquiler de vientres. Y ¡por qué negarnos a que el tren de nuestras vidas camine y camine continuamente por las anchas vías sociales de posibles ventajas!

Tampoco podemos hablar de cuestiones éticas, porque a fin de cuentas la ética es tan solo una forma de definir la vida de una determinada sociedad hedonista siempre en mutación. Pero sí podemos hablar de la moralidad personal, es decir, de los valores que cada uno al margen de la de los demás tenemos. Valores morales que nos diferencian absolutamente de los animales. Y bajo este último aspecto, el de la moral personal, creo que podríamos estar ante un nuevo comercio en el que se menoscaba la idea de que el ser humano es algo más que un simple animal y no una simple mercancía que se pueda comprar y prescindir. Esto es solo una opinión, pero creo que algo debe haber sobre la idea cada vez más extendida de acabar y sustituir a la familia tradicional por lo que ahora llaman familias asimétricas y desestructuradas.  Y estas ¡son sombras que se agigantan ante las miradas de una sociedad que nos acompañan todos días!

Y por ahora lo dejo, porque un artículo de prensa no da más espacio para exponer, pero quedan todavía muchas más objeciones y ventajas sobre el tema. Pero en el fondo considero que podría ser una forma más de desestructurar las familias tradicionales, subiendo un escalón más, para rebajar la dignidad del niño no nacido, igualándolo a una simple mercancía de comercio.

Sin duda la inteligencia nos persigue pero nosotros corremos muchísimo más que ella y nunca nos alcanzará. Y este último pensamiento me recuerda a una anécdota personal. Era en la década de los cincuenta y yo no tendría más que siete u ocho años en Ponferrada (ciudad de León). Un día mi grupo de escolares listos, como creíamos que éramos, jugando junto al puente de hierro vimos a una mujer mayor llevando detrás atados con cuerdas una retahíla de burros (5 o 6, no recuerdo el número). Jocosos y muy avispados, casi desvergonzados, nosotros, los niños, nos reímos y le dijimos a la mujer ¡hola, madre de burros! Ella se sonrió, nos miró con cariño y simplemente nos dijo: ¡Hola, hijos míos! Corridos y avergonzados nos marchamos, pero yo nunca olvidaré esa lección. ¡Sigo siendo un hijo suyo, solo espero que como buen pollino conozca bien mi camino!